Como ha escrito el ecologista Antonio Lucena, “ Esta civilización nos llega montada en un camión de la basura. Por mucho que se tapen las vergüenzas de las ciudades, …salen a la luz los subproductos de la civilización que se apoya en el despilfarro, creando, consecuentemente, un río continuo de residuos”.

En España, la Ley de Residuos, del año 1998 establecía como objetivo que para finales de 2002 se llegase a una producción de residuos similar a la de 1996, lo que supone una reducción del 6% por habitante. Lejos de cumplirse este objetivo, las distintas administraciones estatales, autonómicas o municipales olvidan intencionadamente la Ley y han favorecido (voluntaria o involuntariamente) la producción de un mayor volumen y variedad de residuos que han permitido el enriquecimiento de las grandes empresas de gestión de esos residuos, a través de plantas de tratamiento que tienen un costosísimo nivel tecnológico. Y en estos diez años que lleva en vigor la Ley hemos asistido a cambios que no permiten augurar un futuro mejor:

  • Las estanterías de muchos comercios, pero sobre todo los de alimentación, se han ido llenando de una variedad de envases para productos que hasta hace unos años se vendían directamente: frutas, carne, pan, etcétera se nos presentan ahora en bandejas y otros formatos que van directamente a la basura, sin que el consumidor pueda hacer gran cosa por evitar la invasión.
  • Los aparatos electrónicos como ordenadores, teléfonos móviles, DVD y similares, que hace poco más de diez años aún no existían como objetos de consumo masivo, hoy llenan estanterías enteras … en el Ecoparque, donde los ciudadanos más sensibilizados los llevan, mientras que muchos otros van a parar a los contenedores.
  • Los envases retornables que aún se podían adquirir para muchas bebidas hace diez años, hoy son inexistentes, convenciéndonos de que lo ecológico es llenar el contenedor verde de botellas que requieren enormes cantidades de energía para fundirlas y convertirlas en nuevos envases que acabarán de nuevo fundidos.
  • El contenedor amarillo que ha llenado las calles de ciudades y pueblos por todos lados, con promociones publicitarias muy vistosas en las que se “regalan” coches (el dios de nuestra civilización al que hay que proteger y ayudar para que la economía siga funcionando, como se está viendo en esta “crisis”), es un gran engaño a los ciudadanos, que afirman que “reciclan” sus envases al depositarlos en su amarillo vientre. Pero las cifras de qué parte de esos residuos terminan en la incineración en las cementeras o en otras industrias, sigue siendo el gran secreto de la organización “sin ánimo de lucro” que lo gestiona.

Estos días se han celebrado en la Facultad de Derecho unas “Jornadas de Basurotopía” que han pretendido ser un punto de reflexión en torno a los residuos, sobre el modelo de consumo y desarrollo de nuestra sociedad. Entre las cosas que hemos aprendido está el hecho de que por cada 7 kg de cualquier producto que consumimos, han hecho falta 93 kg de residuos de todo tipo para fabricarlo o como subproducto final. A pesar de estar financiadas en parte por el Ayuntamiento o por la empresa concesionaria de la gestión de los residuos en Albacete, la ausencia de estas dos instituciones en los debates ha sido clamorosa. Y es que la basura, por mucha campaña de reciclaje que se inventen, todavía sigue oliendo mal ….