El 11 de marzo de 2011 se registró un terremoto de grado 9 en la escala de Ritcher que afectó a la costa Este japonesa y castigó sobre todo a la prefectura de Fukushima. Aproximadamente una hora después del terremoto se produjo un tsunami que terminó por completar la tragedia. Los efectos del terremoto y del tsunami se vieron agravados por los daños que sufrieron varios reactores nucleares, especialmente los del emplazamiento de Fukushima-Daiichi (Fukushima primera, en japonés).​

2023

12 años tras la catástrofe de Fukushima la amenaza nuclear continúa

  • Ecologistas en Acción y el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) manifiestan su protesta ante el vertido de agua radiactiva de Fukushima planeado por Japón en los próximos meses y advierte que establece un precedente muy peligroso.
  • La continuidad de la energía nuclear en el Estado español provoca la generación de miles de toneladas de residuos altamente radiactivos para los que no existe una solución definitiva.
  • Las organizaciones ecologistas denuncian que se está lejos de una solución real a los residuos nucleares, ya que los planes de gestión propuestos hasta ahora en ambos borradores del 7º Plan Nacional de Residuos Nucleares presentan numerosos problemas.

El 11 de marzo de 2011 un tsunami azotó Japón y provocó la explosión de los reactores 1 y 3, así como del edificio del reactor 4, de la central nuclear de Fukushima, provocando un desastre nuclear que dura hasta hoy. Un desastre nuclear que vuelve a poner en riesgo la salud de la vida marina y, en consecuencia, la de la especie humana. En este aniversario, el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA), del que forma parte Ecologistas en Acción, vuelve a exigir el cierre de todas las centrales nucleares, y rechaza la decisión tomada por el gobierno de Japón de liberar esta próxima primavera o verano 1,3 millones de metros cúbicos de agua radiactiva al océano Pacífico.

El agua radiactiva procede del enfriamiento del combustible nuclear fundido de tres de los reactores de la central nuclear de Fukushima. Aunque para reducir su radiactividad se somete a un proceso de filtrado, de manera que solo quede tritio, la realidad es que el proceso no ha funcionado como se esperaba. En 2018 la prensa japonesa descubrió que la empresa propietaria, TEPCO, ocultaba que aproximadamente el 84 % de los 890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de 2018 contenían concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles permitidos para su liberación al océano. Según los datos de TEPCO, en agosto de 2021 el 69 % del agua (832.900 m³) se someterá a reprocesamiento.

Ante ello, el MIA y Ecologistas en Acción vuelven a solidarizarse con la población nipona y reclama el fin de la energía nuclear, civil y militar. El cierre de las centrales nucleares es el primer paso para reducir el volumen de residuos enormemente radiactivos. Del mismo modo, reclama que no se dé un paso atrás en el calendario de cierre y se produzca un debate abierto sobre la gestión definitiva de estos residuos radiactivos.

La continuidad de la energía nuclear en el Estado español provoca la generación de miles de toneladas de residuos altamente radiactivos, para los que no existe una solución definitiva. La falta de participación ciudadana, con un debate abierto sobre cómo abordar la gestión de estos residuos, así como la ausencia de unas medidas fiscales que garanticen que las empresas propietarias de los reactores nucleares paguen por la gestión completa de los residuos que han generado, implican un enorme riesgo.

Los planes de gestión hasta ahora propuestos en ambos borradores del 7º Plan Nacional de Residuos Nucleares presentan numerosos problemas, como el retraso en varias décadas del inicio de un emplazamiento definitivo de los residuos nucleares. Las organizaciones que forman el MIA, entre ellas Ecologistas en Acción, vuelven a denunciar que se siguen repitiendo paradas no programadas y diversos incidentes en las centrales nucleares, que son una muestra clara del estado de envejecimiento de los reactores y de la degradación de las condiciones de seguridad de los emplazamientos nucleares. Cada vez es más evidente que la energía nuclear es cara, obsoleta, muy peligrosa y que se puede prescindir de ella, apostando por el adecuado desarrollo ecológico, territorial y ambiental de las energías renovables.

La situación en Fukushima

El pasado 13 de enero el gobierno de Japón tomó la decisión de comenzar la descarga de los depósitos que contienen el agua proveniente del enfriamiento de los reactores de Fukushima. Será en la primavera o el verano del presente año. Estos depósitos contienen 1,3 millones de metros cúbicos de agua radiactiva almacenados. El agua se verterá al océano a través de un túnel submarino de un kilómetro de largo. Su construcción, a 12 metros bajo el mar, está casi finalizada. El gobierno solo espera el respaldo de la Organización Internacional de Energía Atómica al proceso de descontaminación de esa enorme cantidad de agua radiactiva.

El gobierno nipón no ha logrado vencer la oposición de las cooperativas de pescadores locales y grupos sociales japoneses, a pesar de prometer fondos de apoyo por más de 500 millones de euros a la industria pesquera local. Tampoco convence a los países vecinos, que no se fían de la seguridad de la dilución del agua radiactiva en el mar. El Foro de las Islas del Pacífico, una organización de casi 20 países y regiones, incluidos Australia y Nueva Zelanda, ha pedido que se posponga la descarga al océano por su impacto negativo en la industria pesquera. China y Corea del Sur no confían en el proceso de descontaminación que viene realizando la empresa TEPCO.

Los grupos ecologistas cuestionan las afirmaciones del gobierno japonés de que el agua no afectará la vida marina ni la salud humana, pero también las cuestionan las organizaciones científicas. La Asociación Nacional de Laboratorios Marinos (NAML), a la que pertenecen más de 100 laboratorios, ha señalado la falta de datos científicos adecuados y precisos para respaldar esas garantías de seguridad. Denuncian la ausencia de datos contrastados sobre el contenido de sustancias radiactivas en cada tanque. Solo desde 2022 la eficiencia del proceso la evalúa laboratorios no japoneses. Para la NAML, los datos proporcionados por TEPCO y el gobierno japonés muestran, en algunos casos, fallos en los protocolos de muestreo, diseño estadístico y análisis de muestras. No toman en consideración soluciones alternativas a contaminar el océano, como el almacenamiento durante 40 a 60 años mientras disminuye el nivel de radiactividad del tritio, sustancia que no se puede filtrar; la acumulación de los radionucleidos en la concha de moluscos filtradores como las ostras; o incluso emplear el agua para hacer cemento, más fácil de almacenar y capaz de bloquear la radiactividad del tritio.

La asociación científica declara que confiar en la dilución de los contaminantes en el océano es ignorar la realidad de los procesos biológicos de bioacumulación y bioconcentración en organismos marinos como almejas, ostras, cangrejos, langostas, camarones y pescado, así como los fenómenos de acumulación en los sedimentos locales del fondo marino. El océano Pacífico contiene la mayor biomasa de organismos de valor ecológico, económico y cultural, incluido el 70 % de las pesquerías del mundo.

El gobierno japonés y TEPCO insisten en que los impactos ambientales y de salud serán insignificantes porque el agua tratada se liberará gradualmente después de haber sido diluida por grandes cantidades de agua de mar. Mientras, la Agencia Internacional de Energía Atómica intenta justificar la decisión recordando que las plantas nucleares de todo el mundo utilizan un proceso similar para eliminar las aguas residuales, que contienen concentraciones bajas de tritio y otros radionúclidos.

La contaminación radiactiva en el Estado español

En España también se obliga a convivir con la contaminación radiactiva. El informe del Consejo de Seguridad Nuclear al Congreso de los Diputados y al Senado del año 2021 dice: “La actividad de tritio presenta valores medios anuales superiores al fondo natural en algunos ríos (Ebro, Tajo, Júcar y Segura) como consecuencia de los efluentes de las centrales nucleares ubicadas en el propio río, o del trasvase Tajo- Segura. No obstante, son muy inferiores al valor de 100 Bq/l establecido en el Real Decreto 314/2016, y tienden a disminuir progresivamente aguas abajo, por las aportaciones de afluentes con baja actividad de tritio”. Del mismo modo, persisten vertidos radiactivos en la zona de Palomares, debidos a la caída de cuatro bombas en el territorio almeriense.

El problema es que por muy bajo que sea el nivel de radiación no puede descartarse un daño a la salud. Por tanto, los límites legales de exposición radiactiva no son una garantía, son orientativos. Es evidente que el “beneficio” de la generación eléctrica nuclear no puede compensar el daño que causa en el presente y para las próximas generaciones.

Ecologistas en Acción y el Movimiento Ibérico Antinuclear manifiestan su protesta por la contaminación radiactiva del océano y advierte que establece un precedente muy peligroso, como demuestra la intención de verter al Atlántico las aguas residuales de la piscina de combustible gastado de una planta nuclear en desmantelamiento (CN de Pilgrim en Plymouth, EE UU).

2022

11 años del accidente de Fukushima, el peligro radiactivo continua

Otras versiones: Català

  • Millones de metros cúbicos siguen almacenados en la central nuclear y pretenden ser vertidos al mar a pesar de la oposición de países vecinos y de la ciudadanía.
  • El gobierno continúa levantando las órdenes de restricción, aunque los niveles de radiactividad de esas áreas pueden superar veinte veces los estándares internacionales.
  • Para Ecologistas en Acción, la industria nuclear y los gobiernos que la sostienen, tienen que afrontar las responsabilidades que se deriven de un accidente. E invita a la ciudadanía a desenchufar de la energía nuclear.

El pasado mes de febrero, la Organización Internacional de Energía Atómica, OIEA, se ha acercado a la central de Fukushima para examinar de cerca el plan japones para verter agua radiactiva al mar. Para el Movimiento Ibérico Antinuclear, del que forma parte Ecologistas en Acción, “esta visita parece un gesto dirigido a crear confianza pública en la gestión de Japón ante la oposición de parte de su población y de países vecinos. Mientras tanto, las víctimas del accidente son atropelladas por el afán de “normalizar” la situación”.

Cuando el Gobierno de Japón anunció en abril de 2021 su intención de descargar gradualmente más de 1,4 millones de metros cúbicos de agua radiactiva al mar, encontró el inmediato apoyo de la Organización Internacional de Energía Atómica, OIEA. El mes pasado, del 14 al 18 de febrero, un grupo de expertos de la OIEA han acudido a solicitud del gobierno nipón para examinar el plan de vertido y verificar los niveles de radiactividad en el agua tratada almacenada en los tanques. Han recibido unos 50 litros de agua para que sean analizados por los laboratorios de la agencia en Austria y Mónaco. Hasta ahora solo Japón había realizado esas mediciones. Confían en que la participación de la OIEA genere confianza pública en Japón y la región. El vertido se enfrenta a la oposición del sector de la pesca y de los países vecinos, en especial Corea del Sur y China.

El resultado de los trabajos no se conocerá antes de dos meses aproximadamente, y se publicará un informe con conclusiones antes de que comience la liberación de agua, en principio prevista para el próximo año. El agua radiactiva procede del enfriamiento del combustible nuclear fundido de tres de los reactores. Para reducir su radiactividad se somete a un proceso de eliminación de materiales radiactivos, de manera que solo quede tritio y carbono-14. Pero en 2018 la prensa japonesa descubrió que la empresa propietaria TEPCO ocultaba que aproximadamente el 84 % de los 890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de 2018 contenían concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles permitidos para su liberación al océano. Con niveles de estroncio-90 más de cien veces por encima de los estándares de seguridad en unos 65.000 m³ del agua tratada. También con cesio-137 y yodo-129, con niveles que superan los límites en un factor de 20.000, en algunos tanques. Según los datos de TEPCO, en agosto de 2021, el 69% del agua, 832.900 m³, se someterá a un procesamiento secundario. Se espera que esto lleve varios años.

TEPCO declaró que se quedaría sin espacio para almacenar agua radiactiva este año 2022. Como solución, tanto la empresa como el gobierno japonés, quieren verterla al océano a lo largo de treinta años, de modo que los contaminantes se diluyan. Sin duda, es la opción de menor coste. No quieren examinar otras posibilidades. En una reunión de la Organización Marítima Internacional de las Naciones Unidas en Octubre de 2021, el gobierno japonés ha bloqueado la iniciativa de establecer un grupo de trabajo científico para evaluar alternativas a la descarga esas aguas en el Océano Pacífico. Esta propuesta de Greenpeace tuvo el apoyo de Corea de Sur, China, Chile, Vanuatu y Palau. Pero la delegación japonesa obtuvo los de Estados Unidos, Reino Unido y Francia. A pesar de todo, no ha podido evitar que sea discutido este mismo año en posteriores reuniones de las convenciones internacionales para promover el control efectivo de todas las fuentes de contaminación marina, la Convención de Londres y el Protocolo de Londres (LC-LP). La OIEA tendrá que explicar también si ha considerado otras soluciones antes de ofrecer su pleno apoyo a Japón.

Por otra parte, no se da una respuesta adecuada al problema de los desplazados. Aunque el gobierno continúa levantando las órdenes de restricción para algunos municipios, la ciudadanía no se atreve a volver porque los niveles de radiactividad de esas áreas pueden superar veinte veces los estándares internacionales. Relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU han declarado su preocupación por las políticas japonesas sobre el plan de descontaminación y los planes de retorno de los evacuados.

Según la Sra. Ruiko Muto, víctima de Fukushima y activista por un mundo sin nucleares, todo el interés de las autoridades está en la “recuperación”, y se invisibilizan las consecuencias del accidente. Ahora la presión se dirige a los jóvenes. El año pasado, el gobierno asignó 13,5 millones de € (unos 15 mil € por familia) para promover que se trasladasen a las doce ciudades, pueblos y aldeas designadas una vez como zonas de evacuación en Fukushima.

Pero la gente resiste. El 27 de enero de este año, un grupo de jóvenes que padecen cáncer de tiroides, y tenían de 6 a 16 años en el momento del accidente nuclear, presentó una demanda contra TEPCO. Piden que se investigue la relación causal entre el accidente nuclear y el cáncer de tiroides, y esperan conseguir la creación de un sistema de ayuda para quienes padecen esta misma enfermedad, porque el Comité de revisión de la encuesta sanitaria de la prefectura de Fukushima ha declarado que no hay ninguna relación posible con el accidente nuclear.

Ecologistas en Acción y el Movimiento Ibérico Antinuclear exigen que la industria nuclear y los gobiernos que la sostienen, tienen que afrontar las responsabilidades que se deriven de un accidente. No se puede aceptar que impongan sus condiciones a la población que ha sufrido más en el desastre, ni que nieguen amparo ante las enfermedades provocadas. Hay que exigirles además los mejores métodos para recuperar el territorio y evitar ulteriores daños. Y no lo tiene que pagar la ciudadanía.

La electricidad que producen las nucleares no compensa el riesgo que corremos. Una realidad demasiado presente hoy donde la amenaza del armamento nuclear o el riesgo de la energía nuclear en un contexto de guerra. Hoy más que nunca hay que acelerar la desnuclearización civil y militar.

El desastre nuclear de Fukushima en 2011 demostró que la energía nuclear es demasiado peligrosa, demasiado sucia y demasiado cara para que se continúe usando. Como protesta y para recordar a las víctimas de Fukushima Ecologistas en Acción pide boicotear a la energía nuclear realizando diversas acciones personales: desde reducir el consumo un día hasta producir su propia energía. Por eso ¡Desenchufa la energía nuclear!

2021

10 años después los problemas del accidente nuclear en Fukushima continúan

Otras versiones: Català

  • Hace 10 años un terrible terremoto en Japón disparó una crisis nuclear en Fukushima Daiichi. Hoy hay más de un millón de m³ de agua radiactiva y el lugar acumula uranio y residuos fundidos aún reactivos.
  • Hay todavía 39.000 personas que no pueden o no se atreven a volver a sus casas. Ha pasado una década y sigue siendo un área de desastre expuesta a empeorar por nuevos terremotos o tsunamis.
  • La energía nuclear no compensa y no es rentable. El Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA) y Ecologistas en Acción rechazan la prórroga de Cofrentes y el resto de nucleares en la península ibérica y se suman a la Declaración europea contra la energía nuclear y por la justicia climática.

Japón lleva 10 años intentando solucionar el desastre del complejo nuclear de Fukushima Daiichi, pero la tarea es muy difícil y los avances, muy lentos. La empresa TEPCO todavía no ha sido capaz de retirar todo el combustible gastado de las piscinas de los reactores dañados. Las 880 toneladas de combustible nuclear fundido siguen allí y es posible que no puedan retirarse completamente, lo que exigiría mantener encerrados los reactores en un sarcófago. El plazo estimado por la empresa para completar el proceso de desmantelamiento se alarga hasta 2041 o 2051. Si es que no hay más retrasos. El balance de la central de Fukushima es de 30 a 40 años de producción comercial y otros tantos años para recuperación del desastre y desmantelamiento. Un fracaso de la tecnología nuclear y del sentido común.

Este año además, a pesar de la covid, se celebran los Juegos Olímpicos contra la opinión mayoritaria de la población. Japón tiene previsto el vertido de 1,24 millones de toneladas de agua radiactiva al mar. La situación sigue sin controlarse y la zona del accidente no será habitable en muchos años. A pesar de los avances tecnológicos y las ingentes cantidades de recursos que se están utilizando.

Es necesaria y urgente la puesta en marcha de una transición energética que elimine los combustibles fósiles y la energía nuclear y permita transitar hacia un modelo basado en el ahorro, la eficiencia y las energías renovables, en el que considere la energía como un derecho social básico.

La situación es inquietante, a lo que se suma la alta probabilidad de seísmos. Desde 2011, la región ha sufrido dos terremotos importantes, uno de magnitud 7,4 en 2016, y otro de otro de 7,1 el pasado 13 de febrero de 2021. No hay datos de la intensidad que alcanzó en el sitio de los reactores porque TEPCO no sustituyó los dos sismómetros del reactor, tres de ellos rotos hace ya un año. Además se cree que el último seísmo empeoró los daños en las tuberías y otras partes de la contención. Prueba de ello son los indicios de nuevas fugas, ya que el nivel del agua que refrigera y aísla los restos fundidos del núcleo ha bajado entre 40 y 70 centímetros en el contenedor del reactor 1 y unos 30 centímetros en el contenedor del reactor 3.

El agua radiactiva acumulada en Fukushima es una gran preocupación local e internacional. Hay que seguir refrigerando tres de los reactores porque sus núcleos fundidos están activos. El agua, muy contaminada radiactivamente, sale de las agrietadas contenciones de los reactores hacia los sótanos donde se mezcla con la que ha penetrado desde un río subterráneo. Para evitar que llegue al mar se han dispuesto sistemas de bombeo y de bloqueo que no resultan ser suficientemente eficaces. Aun así, el agua que se logra extraer es una cantidad tan ingente que TEPCO declara que se quedará sin espacio para almacenarla en 2022. Quieren verterla al océano y el gobierno japonés está de acuerdo. Son 1,24 millones de m3 de agua radiactiva, con radioisótopos de estroncio, yodo y carbono-14, entre otros, además de tritio. El sistema de purificación no ha funcionado bien, y se sabe desde 2018 que el 80 % del agua contaminada almacenada en tanques tendría que someterse de nuevo a tratamiento para reducir las concentraciones de sustancias radiactivas. Menos el tritio, pues TEPCO no hará nada para la eliminación de este contaminante, su plan es diluirlo hasta cumplir con los límites reglamentarios. Pero hay que señalar que esto no reduce la cantidad total de radiactividad liberada al medio ambiente. Si bien el comportamiento del tritio en el océano presenta una rápida capacidad de dispersión y dilución, y en principio, a bajas concentraciones, parece que no es potencialmente peligroso, no se pueden ignorar los graves impactos que pueden generar el resto de isótopos radiactivos sobre el medio marino. Isótopos como el carbono-14, cobalto-16 e incluso el plutonio contenido en estas aguas, son más propensos a ser incorporados por la fauna marina o acabar asociados a los sedimentos del fondo incluso en concentraciones mucho más pequeñas. En septiembre de 2015 ya se arrojaron 800 toneladas de agua radiactiva al Océano Pacífico.

El problema de desplazados no se resuelve

Cerca de 39.000 residentes de la prefectura de Fukushima todavía eran evacuados “oficiales” en abril de 2020. Y aunque el gobierno continúa levantando las órdenes de restricción para algunos municipios, la ciudadanía no se atreve a volver porque los niveles de radiactividad de esas áreas pueden superar veinte veces los estándares internacionales. La política del Gobierno de forzar el retorno a las zonas contaminadas está fracasando. Relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU han declarado su preocupación por las políticas japonesas sobre los evacuados.

Mientras tanto, lo que más trasciende es que el gobierno japonés sigue empeñado en organizar las olimpiadas, para mostrar al mundo que el país ha recuperado la normalidad. Pero es un autoengaño irresponsable. Como lo fue la creencia de que nunca podría ocurrir un accidente nuclear grave en las centrales de Japón. El mito de la seguridad, que “infectaba” tanto a los operadores nucleares como a la administración y al regulador junto con la excusa de no provocar “alarma social”, condujeron a decisiones de una negligencia que produce escalofríos. En el caso de Fukushima, tenían conocimiento de la alta probabilidad de un tsunami que superara las hipótesis de diseño del complejo nuclear pero no hicieron nada. Decidieron ignorarlo porque “era extremadamente improbable que pudiera ocurrir un accidente grave”.

Podría pasar aquí

La central de Cofrentes (Valencia) está en una zona de antiguos volcanes e inundable en caso de rotura de alguna de las presas aguas arriba. Sin embargo no se ha hecho ningún simulacro de emergencia con escenario de rotura de presa. El reactor de Cofrentes es semejante al nº 3 de Fukushima. La central, propiedad de Iberdrola, lleva 37 años en operación y la empresa pretende mantenerla hasta 2030, a pesar de declarar que no es rentable. ¿Puede garantizarse la seguridad de una compleja instalación que produce pérdidas a sus titulares? La central ha obtenido un informe positivo del Consejo de Seguridad Nuclear, pero la decisión de renovar su autorización casi una década más es del ministerio de Teresa Ribera.

Ecologistas en Acción y el Movimiento Iberico Antinuclear (MIA) piden a la ministra que no prorrogue la autorización de Cofrentes. Que no se cometa el mismo error que con las centrales de Almaraz y Vandellós 1, a las que se les permite funcionar más de los 40 años para los que fueron diseñadas.

El accidente de Fukushima es un recordatorio permanente de que la electricidad que producen las nucleares no compensa el riesgo en que nos ponen.

Cartas por Ascó y Vandellós

Para asegurar la implicación de la administración en este ámbito y el cumplimiento de las leyes actuales, Sociedad Humana, Greenpeace y Ecologistas en Acción de Catalunya presentaron un total de 24 requerimientos a las administraciones y cargos públicos con responsabilidades sobre el cumplimiento de la normativa de las centrales de Ascó y Vandellós. Estos requerimientos fueron enviados a los ayuntamientos con Planes de Actuación Municipal en Emergencia Nuclear (PAMEN), es decir, a los municipios que se encuentran en un radio de 10 kilómetros de las centrales nucleares (zona 1), al Director General de Protección Civil, al Delegado del Gobierno en Catalunya, al subdelegado del Gobierno en Tarragona, al Consejo de Seguridad Nuclear, al Ministerio de Interior, al Departamento de Interior de la Generalitat de Catalunya y a la Asociación Nuclear de Ascó-Vandellòs.

La dejadez y despreocupación frente a estos planes de emergencia de muchas de las administraciones que fueron notificadas, supone un riesgo en caso de un accidente nuclear. Por ello, con motivo del aniversario del accidente de Fukushima, las organizaciones firmantes de las cartas denuncian la inacción por parte de la administración pública y la industria nuclear en el cumplimiento de la normativa en seguridad, protección e información ciudadana y, a la vez, se quiere dejar constancia que los actores destacados y con responsabilidades son conocedores de la obligatoriedad normativa existente en relación a la industria nuclear, siendo responsables directamente de cualquier incidente perjudicial que pueda producirse al medio ambiente y a la salud de las personas por falta de acción de prevención y seguridad de las centrales nucleares. También de la falta de interés, preocupación e implicación del CSN para resolver los incumplimientos actuales y su despreocupación hacia la colaboración para asegurar una correcta aplicación normativa en seguridad, prevención e información ciudadana.

Declaración europea contra la energía nuclear y por la justicia climática

Ecologistas en Acción se une también este 11 de marzo a la declaración firmada por más de 83 colectivos de 15 países europeos en contra de la continuidad de la energía nuclear en Europa. Según esta declaración: “La lucha por la justicia climática es una lucha contra el statu quo. La energía nuclear forma parte del sistema político y económico que nos lleva a múltiples catástrofes”. Añade que “la energía nuclear muestra las injusticias fundamentales sobre las que se construyen nuestras sociedades. En resumen, encarna todo aquello a lo que nos oponemos en el capitalismo industrial global. Por ello, un grupo diverso de colectivos que luchan por la justicia climática declaramos nuestra oposición a la energía nuclear”.

Por todo ello, cada 11 de marzo, como protesta y para recordar a las víctimas de Fukushima, el movimiento ecologista pide boicotear a la energía nuclear realizando diversas acciones personales: desde reducir el consumo un día hasta producir su propia energía. Reiterando la necesidad de un compromiso de desconectarse de la energía nuclear a través de la campaña Desenchufa la energía nuclear.

2020

Fukushima sigue siendo una amenaza 9 años después del accidente nuclear

Otras versiones: Català | Galego

  • Casi todo el combustible de Fukushima Daiichi sigue en la central, necesitará refrigeración durante años, y los vertidos y residuos radiactivos se acumulan en la zona mientras el gobierno nipón obliga a la población a regresar.
  • Ecologistas en Acción apoya la campaña internacional ‘Juegos Olímpicos Libres de Nucleares 2020’ y manifiesta una vez más que el riesgo de la energía nuclear es inasumible, más aún para una contribución de menos del 5 % de la energía que utiliza el mundo.

La central de Fukushima Daiichi continúa siendo una amenaza nueve años después del accidente: casi todo el combustible sigue allí y necesitará refrigeración durante años, probablemente se verterá de nuevo agua radiactiva al mar, los residuos radiactivos de la limpieza se acumulan en la zona, los habitantes evacuados se ven forzados por su propio gobierno a regresar. Las Olimpiadas arrancan a solo 20 kilómetros de la zona cero.

Los trabajos de descontaminación avanzan muy lentamente. Las 880 toneladas de combustible nuclear fundido siguen allí y empiezan a manifestarse dudas de que puedan retirarse completamente algún día, lo que exigiría encerrar los reactores en un sarcófago. Como en Chernóbil. Hace menos de un año que ha comenzado la retirada del combustible gastado que está en piscina, pero solo del reactor 3. Los del 1 y el 2 tendrán que esperar hasta cinco años.

Mientras el combustible esté ahí hay que mantener un flujo de agua para refrigerarlo, pero además penetran aguas subterráneas, lo que crea un gravísimo problema porque el agua se convierte en radiactiva y hay que almacenarla. Es un residuo peligroso y muy voluminoso, supera ya los 1,12 millones de metros cúbicos. Se mantiene en tanques enormes de 1000 m³,  pero al ritmo de entrada de agua en los reactores, 170 m³/día en 2018, se necesita un nuevo tanque cada seis días. Y se están quedando sin espacio.

Para reducir la radiactividad del agua se somete a un proceso de eliminación de materiales radiactivos, de manera que solo quede tritio, puesto que es imposible de separar y su vida media no es larga (12,3 años). Con estas condiciones, las autoridades japonesas, con el apoyo del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), consideran que puede verterse al mar. En septiembre de 2015 se arrojaron 800 toneladas al Océano Pacífico. Pero la prensa japonesa destapó en 2018 los fallos de ese proceso. Tokyo Electric Power Company (TEPCO) ocultaba que, de los 890.000 m³ de agua tratada a partir de septiembre de 2018, aproximadamente el 84 % contenían concentraciones más altas de sustancias radiactivas que los niveles permitidos para su liberación al océano. En 65.000 m³ de agua tratada, los niveles de estroncio-90 son más que 100 veces por encima de los estándares de seguridad. En algunos tanques los niveles superan los límites en un factor de 20.000 con cesio-137 y yodo-129.

No parece que esto vaya a detener los vertidos. El gobierno lo está sometiendo a consulta, pero el ministro de Medio Ambiente nipón se ha pronunciado a favor y ha provocado la furia de los pescadores y la preocupación de países vecinos. La OIEA persiste en aconsejarlo.

Aunque el gobierno continúa levantando las órdenes de restricción para los municipios afectados, la ciudadanía evacuada por el accidente nuclear, unos 39.000 residentes, no se atreve a volver porque se le obliga a vivir con niveles de radiactividad que pueden superar veinte veces los estándares internacionales.  El procedimiento gubernamental para convencerles es suprimir las ayudas para vivienda. Los relatores especiales de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU han declarado su preocupación por las políticas japonesas sobre las personas evacuadas y las violaciones de los derechos humanos de familias y trabajadores de la descontaminación.

En medio de todas estas dificultades y esfuerzos, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, pretende pasar página con la celebración de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Parece querer arrinconar la catástrofe nuclear con la llama olímpica pues partirá del centro deportivo J-Village, a 20 kilómetros del lugar más peligroso del país, la central siniestrada. Pero la contaminación radiactiva de un territorio es muy difícil de eliminar completamente, y el gobierno se ha encontrado con la denuncia de un Equipo de Monitoreo Nuclear y Protección Radiológica de Greenpeace Japón sobre sitios con niveles de radiación 1.700 veces más altos de lo aceptado por las autoridades, hasta 71 microsieverts por hora en los puntos calientes, frente a los 0,23 que se consideran admisibles.

La respuesta ha sido aumentar los trabajos de descontaminación y mejorar la vigilancia de la radiación en ese estadio. No se cierra el problema, pues se va a convocar a miles de personas al estadio de la ciudad de Fukushima para los partidos de béisbol y softbol, a unos 65 kilómetros de la central. No es una decisión responsable si la prioridad es garantizar la seguridad pública. Se comprende que el equipo de Corea del Sur quiera llevar su propia comida y sus medidores de radiación.

Para Ecologistas en Acción la celebración de las olimpiadas en las circunstancias del desastre nuclear japonés lleva el mensaje de cerrar el periodo de catástrofe y dejar de forzar a la población a aceptar el legado radiactivo con ánimo patriótico. La organización ecologista apoya la campaña internacional  ‘Juegos Olímpicos Libres de Nucleares 2020’, y manifiesta una vez más que el riesgo de la energía nuclear es inasumible, y menos aún para una contribución de menos del 5 % de la energía que utiliza el mundo.

 

2019

El octavo aniversario de Fukushima recuerda los enormes riesgos de la energía nuclear

  • Cuando se cumplen ocho años del accidente de Fukushima-Daiichi, los efectos del escape radiactivo siguen sin estar bajo control. Todavía queda el difícil trabajo de desmantelar los reactores y gestionar los abundantes residuos radiactivos producidos.
  • Ecologistas en Acción quiere denunciar en este aniversario la ampliación del calendario de cierre nuclear entre 2025 y 2035 acordado por el Gobierno español con las tres principales empresas eléctricas.

Se cumplen ocho años del accidente de Fukushima-Daiichi y los efectos de la fuga radiactiva siguen sin estar controlados. En particular, las 800.000 toneladas de agua radiactivas que se acumulan en el entorno de la central.

Las autoridades japonesas están descontaminando el suelo del entorno de la central nuclear de Fukushima de forma parcial, dejando niveles de radiactividad demasiado altos: más de 20 veces los niveles permitidos para el público en localidades como Litate, que ya sufrieron los efectos de la nube radiactiva. El coste de al accidente supera los 80.000 millones de euros, duplicando el cálculo inicial del Gobierno japonés. Se calcula que habrá que gestionar más de 900.000 toneladas métricas de agua radiactiva que se bombea del subsuelo para reducir la contaminación.

Todavía queda pendiente la tarea de desmantelar los reactores accidentados y de gestionar los residuos de alta actividad que se producirán. Los daños sufridos por los núcleos de los reactores convierten esta labor en una operación de alto riesgo al límite de las posibilidades de las tecnologías actuales.

Ecologistas en Acción quiere denunciar en este aniversario la ampliación del calendario de cierre nuclear entre 2025 y 2035 acordado por el Gobierno español con las tres principales empresas eléctricas, lo que supondría que todos los reactores pasaran de 40 años de funcionamiento y, en algún caso, hasta los 50. Una propuesta inadmisible. La prolongación de los permisos de funcionamiento implicará costosas y complejas revisiones de seguridad que forzarán a las empresas eléctricas a invertir miles de millones de euros que, sin duda, repercutirán sobre el precio de la electricidad.

Este alargamiento aumentará además el volumen de residuos de alta actividad, en razón de unas 175 toneladas al año, sin que exista un método aceptable para la gestión definitiva. Lo mismo ocurre con la producción de residuos de media y baja actividad que no cabrán en el cementerio nuclear de El Cabril (Córdoba).

Para Ecologistas en Acción es muy grave que en esta decisión no haya existido ningún informe que avale la seguridad de cada central nuclear más allá de los 40 años. De nuevo los criterios económicos priman sobre la seguridad nuclear. Una muestra clara es la pugna entre las empresas propietarias que unen el cierre nuclear exclusivamente a sus balances económicos y a la rentabilización de los activos de las compañías eléctricas.

Por todo ello, la organización ecologista manifiesta su rechazo al calendario de cierre publicado e insiste en reclamar el cierre de las nucleares según vayan expirando sus permisos de explotación, de tal forma que en 2024 el país se encuentre libre de esta amenaza.

Convocatorias 2019:

Fotos:

2018

Séptimo aniversario de Fukushima: el desastre sigue

[català]

  • Cuando se cumplen siete años del accidente de Fukushima-Daiichi, los efectos del escape radiactivo siguen sin estar bajo control.
  • Todavía queda el difícil trabajo de desmantelar los reactores y gestionar los abundantes residuos radiactivos producidos. En particular, las 800.000 toneladas de agua radiactivas que se acumulan en el entorno de la central.
  • El accidente de Fukushima muestra la irresponsabilidad que supone seguir apostando por la energía nuclear.

Las autoridades japonesas están descontaminando el suelo del entorno de la central nuclear de Fukushima de forma parcial, dejando niveles de radiactividad demasiado altos: más de 20 veces los niveles permitidos para el público en localidades como Litate, que ya sufrieron los efectos de la nube radiactiva. Quizá por este motivo, todavía hay más de 10.000 personas que se niegan a volver a sus casas y siguen exiliados, rechazando incluso las gratificaciones de más de 6.000 euros que se ofrecen por el retorno.

El coste de al accidente supera los 80.000 millones de euros, duplicando el cálculo inicial del Gobierno japonés. Se calcula que habrá que gestionar más de 900.000 toneladas métricas de agua radiactiva que se bombea del subsuelo para reducir la contaminación. Los reactores 1, 2, 3 están fundidos, acceder a su interior sería mortal en pocos segundos debido a las elevadas dosis radiactivas habiéndose alcanzado el récord de dosis medida en el reactor número 2 que alcanzó los 650 Sv/h el día 10 de febrero. De hecho, los tres robots introducidos en el reactor para tomar imágenes han sido destruidos por la radiación al cabo de horas.

Todavía queda pendiente la enorme tarea de desmantelar los reactores accidentados y de gestionar los residuos de alta actividad que se producirán. Los daños sufridos por los núcleos de los reactores convierten esta tarea en una operación de alto riesgo al límite de las posibilidades de las tecnologías actuales. Pero los reactores son en sí mismo un riesgo, dada la inestabilidad sísmica de la zona y el precario estado de los edificios, por lo que se hace imprescindible alcanzar en los planes de desmantelamiento.

Ecologistas en Acción quiere denunciar las resistencias al cierre escalonado de las centrales nucleares en España, cuando se cumplen siete años del accidente de Fukushima. Las consecuencias de este accidente deberían promover una profunda reflexión de los enormes riesgos supone mantener abiertas las centrales nucleares en España.

La única razón para mantener abierto el parque nuclear más allá de los 40 años responde al interés del oligopolio eléctrico de seguir incrementando sus beneficios, sin importar el consiguiente aumento de la inseguridad y de la cantidad de residuos a gestionar. En el mercado eléctrico español una gran central nuclear produce al día en torno a un millón de euros de beneficios. La reapertura de Garoña sería un tremendo error: es necesario proceder al cierre ordenado del resto de las centrales nucleares cuando expiren sus actuales permisos de explotación, empezando por la central de Almaraz. Es el paso previo necesario para encontrar una forma de gestión de los residuos radiactivos de alta actividad a través de un debate público. Todo lo contrario de lo que ha sucedido en la adjudicación del ATC en Villar de Cañas.

Cada 11 de marzo, miles de personas en todo el mundo se unen para mostrar que no necesitamos la energía nuclear para vivir. La ciudadanía es parte fundamental de un sistema energético ya que es el consumidor último. La forma en la que se consume electricidad debe tener presente a las víctimas de Fukushima y reclamar el cierre nuclear. Para ello, desde Ecologistas en Acción se anima al boicot de la energía nuclear a través de diversas acciones individuales: desde reducir el consumo hasta producir su propia energía. De este modo se logra un ahorro en el consumo energético y un impulso de las fuentes de energía no peligrosas y renovables a través de nuestros actos cotidianos.

Convocatorias 2018

Reus: 7è aniversari de l’accident nuclear de Fukushima

Córdoba: Conmemoración accidente nuclear de Fukushima

Madrid: Acción en recuerdo de Fukushima

Málaga: Plantación en recuerdo a Fukushima

2017

 

  • Se cumplen seis años del accidente nuclear de Fukushima-Daiichi. Hoy la radiación supera enormemente los niveles permitidos y se siguen produciendo vertidos radiactivos.
  • Ecologistas en Acción, organización integrada en el Movimiento Ibérico Antinuclear (MIA), recuerda esta catástrofe nuclear pidiendo a la ciudadanía que se desenchufe de la energía nuclear. Para ello, lanza un informe donde se analizan las consecuencias del accidente hasta hoy.
  • Los próximos meses serán fundamentales para evitar la prolongación de la vida de las centrales nucleares y que pueda suceder un accidente de estas características en la península ibérica.

El 11 de marzo se cumplen seis años del accidente nuclear de Fukushima-Daiichi, tan grave como el de Chernóbil, aunque de características diferentes. Hoy, los niveles de radiación son 20 veces superiores a los permitidos en las zonas descontaminadas y los vertidos de agua radiactiva que están contaminando el mar siguen haciendo inhabitable el entorno de la central. Unas 50.000 personas se han negado a volver a sus casas ante la falta de garantías y los altos niveles de radiactividad dejados en el terreno, rechazando incluso las gratificaciones de más de 6.000 euros que se ofrecen por el retorno. El coste de al accidente supera los 80.000 millones de euros, duplicando el cálculo inicial del Gobierno japonés. Se calcula que habrá que gestionar más de 900.000 toneladas métricas de agua radiactiva que se bombea del subsuelo para reducir la contaminación. Los reactores 1, 2, 3 están fundidos, acceder a su interior sería mortal en pocos segundos debido a las elevadas dosis radiactivas habiéndose alcanzado el récord de dosis medida en el reactor número 2 que alcanzó los 650 Sv/h el día 10 de febrero. De hecho, los tres robots introducidos en el reactor para tomar imágenes han sido destruidos por la radiación al cabo de horas. En este estado de cosas, seis años después del accidente no se sabe ni como ni cuando se podrá proceder a desmantelar los reactores, a falta de una solución técnica con garantías se empieza a considerar actuar como en Chernóbil. Es decir, renunciar al desmantelamiento y cubrir los reactores con sarcófagos de hormigón hasta que la radiactividad decaiga lo suficiente, lo que puede ocurrir en cientos de años. El desastre nuclear de Fukushima en 2011 demostró que la energía nuclear es demasiado peligrosa, demasiado sucia y demasiado cara para que se continúe usando. No se puede permitir que estos desastres vuelvan a ocurrir. Durante los próximos meses los movimientos antinucleares españoles y portugueses mostrarán su rechazo a las renovaciones de los permisos de las centrales nucleares, empezando por la de Almaraz, y al empeño de seguir adelante con la reapertura de Garoña, el Almacén Temporal Centralizado (ATC) en Villar de Cañas (Cuenca) o la mina de uranio en Salamanca. La única razón para mantener abierto el parque nuclear más allá de los 40 años responde al interés del oligopolio eléctrico de seguir incrementando sus beneficios, sin importar el consiguiente aumento de la inseguridad y de la cantidad de residuos a gestionar. En el mercado eléctrico español una gran central nuclear produce al día en torno a un millón de euros de beneficios. La reapertura de Garoña sería un tremendo error: es necesario proceder al cierre ordenado del resto de las centrales nucleares cuando expiren sus actuales permisos de explotación, empezando por la central de Almaraz. Es el paso previo necesario para encontrar una forma de gestión de los residuos radiactivos de alta actividad a través de un debate público. Todo lo contrario de lo que ha sucedido en la adjudicación del ATC en Villar de Cañas.

Fukushima: el accidente y sus secuelas

Ecologistas en Acción ha realizado un informe sobre el accidente de Fukushima donde se evalúan las consecuencias de esta catástrofe hasta el presente. En el estudio se pone de manifiesto que continúan los vertidos radiactivos y que la solución final del accidente queda aún muy lejos. También señala el frenazo que ha sufrido la energía nuclear en todo el mundo, lo que convierte a nuestro país en uno de los pocos donde se sigue apostando por mantener las centrales nucleares en funcionamiento hasta los 60 años. Así, cada 11 de marzo, miles de personas en todo el mundo se unen para mostrar que no necesitamos la energía nuclear para vivir. La ciudadanía es parte fundamental de un sistema energético ya que es el consumidor último. La forma en la que se consume electricidad debe tener presente a las víctimas de Fukushima y reclamar el cierre nuclear. Para ello, desde Ecologistas en Acción se anima al boicot de la energía nuclear a través de diversas acciones individuales: desde reducir el consumo hasta producir su propia energía. De este modo se logra un ahorro en el consumo energético y un impulso de las fuentes de energía no peligrosas y renovables a través de nuestros actos cotidianos. Esto puede lograrse a través de cuatro simples actuaciones:
Paso 1: Reducir tu consumo durante un día.
Paso 2: Reducir tu consumo de forma permanente.
Paso 3: Cambia a una comercializadora 100 % renovable.
Paso 4: Producir tu propia energía.

Convocatorias 2017

2016

5º aniversario del accidente de Fukushima: ¿hemos aprendido las lecciones de esta catástrofe? Català Ecologistas en Acción recuerda el catastrófico accidente de Fukushima en su 5º aniversario. La organización cree que en el Estado español no hemos aprendido las lecciones de este accidente. El día 11 de marzo se cumplen cinco años del accidente de la central de Fukushima-Daiichi. Un terremoto seguido de un tsunami destrozó los sistemas de refrigeración y de alimentación eléctrica de las centrales: se produjeron tres grandes explosiones de hidrógeno en los reactores 1, 2 y 3, y un incendio en la piscina del reactor número 4. A pesar del tiempo transcurrido, la situación sigue sin controlarse y aún no se puede entrar en los reactores, que están fundidos total o parcialmente, por el alto nivel de radiactividad. El estado de los reactores se ha conocido mediante la medida de la emisión de muones, una partícula que se produce en la fisión y se detecta en rayos cósmicos y grandes aceleradores. Lo más probable es que haya que construir sarcófagos que los cubran para preservar al mundo de las emisiones y que la zona cero de Fukushima sea como la de Chernóbil. La descontaminación que el Gobierno japonés está realizando para permitir que las personas puedan volver a sus domicilios resulta insuficiente porque el nivel de tasa de dosis radiactiva permitida es de 20 mSv/año. Es un nivel demasiado alto, que se puede comparar con los límites para el personal profesionalmente expuesto: 50 mSv/año, con un máximo de 100 mSv en cinco años. Pero con la salvedad de que la población general no cobra peligrosidad ni está sometida a controles médicos, así como de las dosis recibidas, a diferencia de las personas trabajadoras de la industria nuclear. Además, se ha renunciado a descontaminar las zonas boscosas en las que se han encontrado puntos calientes con más actividad que ese límite radiactivo. Las incidencias de la radiactividad sobre la mortalidad y la salud de los habitantes de la zona se verán en toda su intensidad en un par de décadas. De momento, el número de cánceres de tiroides en los más de 300.000 niños de la prefectura de Fukushima ha aumentado sustancialmente y se ha multiplicado por un número que oscila entre 15 y el 50, según diferentes cálculos. En estos cinco años, el principal problema ha sido luchar contra la constante fuga de agua radiactiva al mar. La contaminación radiactiva del lecho marino y de las especias piscícolas y la flora marina es un hecho sin precedentes. A lo largo del tiempo se irán conociendo los efectos de esta contaminación. Para Japón está resultando extremadamente traumático, pues un país volcado hacia la pesca y el consumo de algas es muy común. Los costes del accidente superan los 80.000 millones de euros, según un estudio de dos universidades japonesas. El protocolo de París, que regula las indemnizaciones a realizar por los propietarios de las centrales, ha fijado el techo de entre 750 y 1.200 millones de euros, lo que resulta irrisorio. Para Francisco Castejón, portavoz de Ecologistas en Acción: “En España no hemos aprendido las lecciones de Fukushima. El CSN todavía se está planteando la reapertura de la central de Garoña idéntica al reactor número 1 de Fukushima, que empezó a funcionar en el mismo año, 1971. Los planes de emergencia nucleares no se han reformulado todavía para tener en cuenta las lecciones de aquel accidente y las llamadas pruebas de estrés no han sido suficientemente rigurosas». El accidente de Fukushima introduce una nueva variable en las consideraciones sobre seguridad nuclear: se produce por un suceso externo a la central. Es evidente que no se pueden prever todos los incidentes externos que pueden dar lugar a accidentes, por lo que no se puede garantizar la seguridad al 100%. «Dada la incertidumbre y el riesgo, lo más sensato es proceder al cierre escalonado de las centrales nucleares, sobe todo teniendo en cuenta que existen alternativas más limpias y seguras», ha concluido Castejón. Convocatorias 2016 Viernes, 11 de marzo

 

Sábado, 12 de marzo


FOTOS VÍDEOS

Manifestación Garoña cierre ya 2011

Manifestació tanquem Cofrents 2011

Concentracion antinuclear en Madrid 2011

2015

4º Aniversario de Fukushima
La tragedia continúa [ Català ] Ecologistas en Acción, cuando se cumplen 4 años del accidente, ha mostrado su alarma sobre la situación en la central de Fukushima Dai-ichi (Japón). La organización ecologista denuncia que aún no se conoce el estado de los reactores 1, 2 y 3, lo que resulta imprescindible para actuar sobre ellos, y que el agua radiactiva sigue llegando al mar. Cuestión que se agravará ya que se prevé verter miles de toneladas más de agua contaminada. El miércoles día 11 de marzo se cumplen 4 años del accidente de Fukushima. En estos momentos se constata que han fracasado todos los intentos de impedir que el agua contaminada subterránea llegue al mar. Tras la realización de complejas obras que incluyeron un muro subterráneo, un muro de hielo y bombeos, ha vuelto a aparecer contaminación cerca de los reactores accidentados que sufrieron fusión del núcleo. El volumen de agua radiactiva almacenada ha ido aumentando sin cesar y supera ya las 300.000 toneladas (120 piscinas olímpicas). Aunque el volumen disponible alcanza las 800.000 toneladas, resulta obvio que al ritmo que se produce puede rebosar en unos años. Se ha propuesto incluso verter agua radiactiva de la almacenada al mar, lo que significaría añadir una insensatez más al cúmulo de las que han acompañado al accidente de Fukushima. La contaminación radiactiva se ha extendido por el efecto de las corrientes marinas y las especies de peces migratorias. Los efectos pueden ser catastróficos para Japón, un país donde se consume ingentes cantidades de pescado y algas, y para el resto del mundo, entre ellos nuestro país que no solo por el consumo si no por ser su flota pesquera de las mayores del mundo. De hecho Japón es el primer consumidor de pescado por habitante y España es el segundo. Por si esto fuera poco, se sabe a ciencia cierta que los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 se fundieron durante el accidente, pero se ignora su estado exacto. Según Ecologistas en Acción, hasta la fecha ningún método ha servido para evaluar el estado del combustible nuclear fundido. Las simulaciones muestran que el combustible nuclear ha fundido la vasija del reactor número 1 y casi seguro se encuentra en el fondo de la contención. Por otra parte, las contenciones están fisuradas debido a los daños del accidente, por lo que el agua puede entrar en contacto con el combustible gastado y aumenta mucho su contaminación con elementos pesados como el estroncio. Se piensa en evaluar los reactores mediante cámaras de muones para conocer su estado exacto. Lo más probable es que no se pueda recuperar el combustible y haya que fabricar un sarcófago para mantener el inventario de los núcleos contenido para toda la eternidad. Ante todo esto, Ecologistas en Acción ha convocado diversos actos de recuerdo y denuncia con el objetivo de llamar la atención sobre la peligrosidad de mantener las centrales nucleares en funcionamiento y pedir su cierre, empezando de manera urgente debido a su inseguridad por las que tengan 30 o más años de antigüedad. La organización ecologista ha solicitado a Kazuhiko Koshikawa, embajador de Japón en España, una reunión para tratar estos temas y entregar, dentro de una campaña internacional, un escrito con siete peticiones al Primer Ministro de Japón, Sr. Shinzo Abe. Fukushima: convocatorias 2015

 

Viernes 6 de marzo

Sábado 7 de marzo

Domingo 8 de marzo

Lunes 9 de marzo

Martes 10 de marzo

Miércoles 11 de marzo

2014

Fukushima: muy lejos de la normalidad 21 de abril de 2014 Ecologistas en Acción denuncia que la situación en Fukushima dista mucho de estar controlada. Todavía se sigue filtrando agua radiactiva al mar y los responsables de TEPCO tienen que gestionar miles de toneladas de agua que están almacenadas en tanques que no reúnen las mínimas condiciones para evitar las fugas. Todavía hay más de 140.000 evacuados y ahora se enfrenta al gravísimo problema de desmantelar los reactores. Los reactores nº 1, 2 y 3 de Fukushima que sufrieron la fusión parcial o completa del núcleo siguen activos y parte del el combustible ha salido fuera de la vasija del reactor. De hecho, ni siquiera hay una imagen del núcleo derretido y derramado en la contención primaria. En el reactor nº 4, el incendio de las barras de combustible, al quedarse sin refrigeración, produjo un incendio y una fuga extra de radiación. Hoy quedan por desmantelar cerca de dos tercios de las barras en una operación de alto riesgo en la que se podría llegar a fugar una carga radiactiva equivalente a la liberada en 14.000 bombas de Hiroshima. En estas condiciones aparentar normalidad o dar una imagen de «vuelta a la rutina» con el regreso de unos pocos refugiados a sus casas resulta surrealista. Recordemos que existen unos 145.000 desplazados y se ha permitido la vuelta a solo unos 350, lo cual significa solo a un 0,2% y que gran parte de las familias con niños han renunciado al regreso. Ecologistas en Acción recuerda que se están vertiendo al Océano Pacifico unas 300-400 toneladas de agua al día procedente de las corrientes de agua subterránea que bajan de las montañas y se mezclan con el agua procedente de los núcleos fundidos del complejo de Fukushima Daiichi. Asimismo, el OIEA, Organismo Internacional para la Energía Atómica, recomienda a Japón que vuelva a realizar vertidos controlados al mar para deshacerse del agua contaminada. Estas operaciones son inaceptables si queremos preservar la salud del ecosistema marino. Por otro lado, el reactor número 1 de la central de Fukushima y Garoña son idénticos: BWR/3 con sistema de contención Mark I, diseñado y fabricado por General Electric, y empezaron a funcionar en 1971. La vida útil de la central burgalesa está agotada, pues ha tenido más de 40 años de funcionamiento comercial y es la única central en el Estado de las llamadas de primera generación. No podemos aceptar el someter a la sociedad española a riesgos de este calibre, y reiteramos que Garoña es prescindible dada la poca significación que tiene su aportación eléctrica, equivalente a un 1,3% de la producción eléctrica total, como demuestra además el hecho de que no ha funcionado desde diciembre de 2013. Ecologistas en Acción pide al Gobierno español que abandone las políticas que favorecen tanto la energía nuclear como los combustibles fósiles (prospecciones en Canarias y Baleares) y apueste decididamente por las energías renovables y el autoconsumo. Tres cerezos por Fukushima 11 de marzo de 2014 Tres cerezos en recuerdo de las víctimas del accidente de Fukushima del que hoy se cumplían tres años. Durante una ceremonia se plantaron, frente al Ministerio de Industria, Energía y Turismo, estos árboles de gran simbología en Japón, además de leer un manifiesto denunciando que el peligro de la energía nuclear persiste y contamina el futuro. Vestidos y vestidas de blanco en señal de luto, desplegaron pancartas reclamando un modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia, y las energías renovables. Han recordado que el sistema eléctrico español podría funcionar sin centrales nucleares. «Es un hecho que después de sesenta años de energía nuclear, sigue sin ser segura», se subrayó en el manifiesto. Pero, aun así «persiste la amenaza de Garoña, la central de las mil grietas, la más vieja e insegura de la Península Ibérica, hermana gemela del reactor número uno de Fukushima-Daichi», recordaron en alusión a la posible reapertura de la central burgalesa. Otras, como Almaraz, Cofrentes, Ascó, Trillo y Vandellós, también son un peligro constante. «Peligro mudo, invisible amenaza, negro futuro» fue uno de los haikus pronunciados durante el acto mientras se repartían «sakuras» flores de cerezo, de papel. Mientras más de 50.000 personas permanecen desplazadas por el accidente en Japón, en España sigue sin darse respuesta segura a un problema tan grave como el del tratamiento de los residuos radiactivos, que se acumulan en las piscinas de los reactores o en los almacenes en seco junto a algunas de las centrales. El procedimiento de asignación del cementerio nuclear en Villar de Cañas (Cuenca) no ha sido democrático, ni ha seguido criterios técnicos, si no que han sido motivos políticos los que han llevado a tomar esa decisión. El acto se enmarca dentro de la conmemoración del tercer aniversario del accidente de Fukushima, que ha supuesto la realización de numerosas acciones en diferentes localidades: Plantaciones de árboles, despliegue de pancartas en puentes de carreteras, y concentraciones en varias ciudades como en Barcelona, Bilbaoo Córdoba. 11 de marzo de 2014. Tercer aniversario del accidente de Fukushima Peligro mudo
Invisible amenaza
Negro futuro
Este es uno de las decenas de haikus que se leyeron hace ya dos años, en el primer aniversario del accidente nuclear de Fukushima. Poco ha cambiado. Quizás la evidencia de que la situación en la zona se encuentra lejos de estar bajo control. Quizás una mirada que debería ser madurada y reflexiva y una voz que se eleva y que reclama que tomemos nota. Hoy aún más de 50.000 personas siguen desplazadas, fuera de sus hogares y de su tierra. Hoy aún se siguen derramando al mar aguas contaminadas. Hoy aún se siguen derramando lágrimas. Frente a la razón, la fuerza; la imposición frente a los hechos. Es un hecho que la energía nuclear es peligrosa, que contamina nuestro futuro y el de las generaciones que vendrán tras nuestros pasos, por miles de años. Es un hecho que las consecuencias son catastróficas, y que no merece la pena correr el riesgo. Es un hecho que después de 60 años de energía nuclear, sigue sin ser segura, y sigue sin existir solución a los residuos. La energía nuclear sólo genera beneficios para los dueños del negocio. Se puede prescindir de ella, pero de nuevo se nos impone lo imposible, sin lógica y sin respeto. La lógica de la devastación indica un camino claro: Después de Fukushima, cerremos las nucleares. Es sencillo. Es posible. Con un calendario de cierre debatiremos el destino de las toneladas de residuos. Sin prisa y con transparencia. Sin chantajes y con rigor. En su lugar, se impone, sin ningún criterio serio, el destino de los residuos radiactivos de las centrales nucleares del estado, bajo la incertidumbre de la cantidad total o del tiempo que permanecerán esos residuos en el cementerio nuclear. Y al mismo tiempo la amenaza de Garoña, la central de las mil grietas, la más vieja e insegura de la península ibérica, hermana gemela del reactor número 1 de Fukushima-Daichi. Y al mismo tiempo, la amenaza de las minas de uranio, y del Cabril, y de Almaraz, y de Cofrentes, Ascó, Trillo y Vandellós. Voces unidas
¡Fukushima nunca más!
¡Renovables ya!
Porque no todo vale. Porque es un riesgo que no nos podemos permitir. Porque tenemos alternativas. El Sol hoy brilla, y seguirá brillando mañana. Es una realidad palpable, no es una utopía. La utopía es pensar que el uranio es el futuro, porque no hay futuro que no sea renovable. Ellos lo saben. Luchan denodadamente por prolongar su agonía, pero en esa lucha desesperada, puede ser que nos arrastren. Ellos lo saben. Tenemos alternativas Cerezo en flor
amanece sin nuclear
renace el Sol
¡El futuro es renovable. Después de Fukushima, cerremos las nucleares!

 

Convocatorias


Fukushima: 201 incidentes en tres años 7 de marzo de 2014 Desde el accidente de Fuskushima, el 11 de marzo de 2011, se han producido 201 incidentes en la central japonesa. La situación sigue siendo catastrófica a pesar del tiempo transcurrido y de la capacidad tecnológica y económica de Japón: las fugas de agua radiactiva son frecuentes, todavía quedan 52.000 personas evacuadas y no hay un plan para desmantelar los reactores accidentados. Ecologistas en Acción ha publicado un informe sobre el desastre. Convoca estos días diversos actos para recordar la amenaza, que aquí sigue vigente con la posible reapertura de la central de Garoña, el proyecto de cementerio nuclear de Villar de Cañas y la ampliación del almacén de residuos en El Cabril. El martes se organizará junto a la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético una concentración a las puertas del Ministerio de Industria, en Madrid, y una charla posterior con expertos en energía nuclear y vecinos de Garoña y Villar de Cañas. Antes se convocan actos en otras localidades, como la «ocupación de puentes atómicos» en Cuenca, en el marco de un llamamiento internacional, o la celebración del «primer mercado radiactivo» en Gijón. La Autoridad de Regulación Nuclear japonesa (NRA por sus siglas en inglés) ha registrado más de dos centenares de incidentes desde el día del accidente, es decir, seis al mes. La gravedad de los mismos va desde accidentes laborales no nucleares hasta graves fugas de radiactividad de los tanques, que pueden ser clasificados como nivel 4 en la escala INES de sucesos nucleares. Este nivel correspondería a las fugas de agua radiactiva producidas el pasado mes de febrero y en agosto de 2013. Todos estos sucesos son distintos al accidente y muestran la dificultad para controlar la situación. La población japonesa sigue sufriendo las consecuencias del siniestro: todavía quedan 52.000 personas que no pueden volver a sus hogares porque los niveles de radiactividad son demasiado altos; muchos niños se ven forzados a pasar poco tiempo al aire libre para reducir el tiempo de exposición a la radiactividad. Algunos peces presentan niveles de radiactividad muy por encima de los permitidos y debe ser sometida a controles. La generación de miles de toneladas de agua contaminada y las frecuentes fugas al mar no han podido evitarse, llevando a la contaminación de aguas pesqueras y los ecosistemas marinos se contaminen. Ha sido incluso necesario forrar de cemento el suelo marino cerca de la central. Cuando la radiactividad esté controlada en el territorio, será necesario plantearse el futuro de los seis reactores accidentados, especialmente de los números 1, 2 y 3, que sufrieron la fusión parcial o total del núcleo. El combustible gastado, los materiales más radiactivos, está al descubierto dentro de la vasija y su extracción será extremadamente difícil. Es posible que sea necesario sepultar los reactores bajo un sarcófago de hormigón para evitar las enormes dosis radiactivas y el aumento de radiactividad ambiental que implicaría su desmantelamiento. El accidente de Fukushima debería servir a la industria nuclear en el mundo, y en particular a la española, como muestra de lo que puede llegar a ocurrir si se sigue usando esta fuente de energía. Lo más sensato es aprender la lección e ir prescindiendo paulatinamente de esta peligrosa y cara tecnología. Existen ya suficientes fuentes de energía limpias que pueden ir sustituyendo paulatinamente a las sucias, peligrosas y caras centrales nucleares. Por ello, Ecologistas en Acción ha convocado diversas acciones en España para reclamar el cierre escalonado de las centrales de nuestro país. La potencia que aportan es perfectamente prescindible puesto que existen alternativas limpias y seguras. En particular pedimos el cierre definitivo de Garoña, nos oponemos a la construcción el ATC en villar de Cañas y a la ampliación del cementerio nuclear de El Cabril en Córdoba.


Fukushima: la realidad que desafía la estadística 5 de marzo de 2014 La realidad desafía en ocasiones a la estadística, con consecuencias desastrosas en el caso del sector nuclear. Los cálculos de probabilidades apuntan a un accidente grave en el mundo con fusión del núcleo cada 200 años, pero han pasado muchos menos entre los últimos siniestros. El de Fukushima demostró además que los fenómenos sísmicos y también los errores humanos pueden echar por tierra los cómputos teóricos. Tras cada accidente, la industria nuclear proclama que ha aprendido las lecciones y que las incorpora a los nuevos diseños en una carrera imposible contra los imponderables. En el caso de España, el riesgo es aún mayor, con la posible reapertura de una central vieja y peligrosa, la de Garoña, y la instalación de un cementerio nuclear en una zona inestable. Ecologistas en Acción publica «Fukushima el accidente y sus secuelas en el tercer aniversario«, un repaso por lo ocurrido y por las amenazas vigentes. Entre el accidente de Harrisburg (1979) y el de Chernóbil (1986) pasaron casi 17 años y de éste al de Fukushima casi 25. Todo indica que la probabilidad real de accidente es diez veces mayor que la calculada. No hay garantías de seguridad suficientes para controlar lo incontrolable, ni siquiera cuando las centrales funcionan normalmente y los organismos reguladores (el CSN en el caso español) hacen su trabajo de forma rigurosa. El accidente de la central de Fukushima nº1 se produjo el 11 de marzo de 2011. Un terremoto de grado 9 en la escala Ritcher al que siguió un tsunami una hora después generó la destrucción de los sistemas auxiliares de los seis reactores de la central, lo que finalmente dio lugar a un gravísimo accidente con la fusión de los núcleos de los reactores 1, 2 y 3, que estaban en funcionamiento y con severos daños en los otros tres reactores, que estaban en paradas de recarga o de mantenimiento. Las emisiones radiactivas alcanzaron el 40 % de lo que se produjo en Chernóbil y se extendieron por el interior de Japón y también por el mar. Junto a los seis reactores de esta central se accidentaron los cuatro de Fukushima nº2 y los cuatro de Onagawa, cuyo cierre ya ha sido decretado. El accidente nuclear de Fukushima tiene dos características que lo hacen particular. Por un lado, se produjo en un país tecnológicamente muy avanzado y con instituciones democráticas, lo que muestra que la energía nuclear puede generar disgustos hasta en las situaciones más favorables. Por otro lado se desencadenó por un iniciador externo, con las implicaciones que esto tiene sobre la seguridad: se puede controlar el estado en que está la instalación nuclear, pero nunca se pueden prever todos los sucesos externos. La seguridad nuclear se convierte en algo demasiado complejo que depende de factores imprevisibles. Se han cumplido ya tres años del accidente y la situación sigue siendo catastrófica, a pesar del tiempo transcurrido y de los medios tecnológicos y económicos de un país como Japón. La gestión en un primer momento fue muy deficiente y siguen registrándose errores de peso. Está siendo necesario recurrir a procedimientos totalmente nuevos para esta lucha desigual contra la radiactividad, lo que muestra lo lejos que estamos de controlar técnicamente la energía nuclear. Todavía quedan 52.000 personas que no pueden volver a sus hogares porque los niveles de radiactividad son demasiado altos. Muchos niños se ven forzados a restringir el tiempo que pasan al aire libre para reducir el tiempo de exposición a la radiactividad. Algunos peces y cultivos presentan niveles de radiactividad por encima de los permitidos y deben ser sometidos a controles. El accidente motivó la evacuación de unas 142.000 personas y sus consecuencias para la salud se irán conociendo a lo largo de las futuras décadas, pero ya se ha registrado un aumento de cánceres de tiroides en los niños. La generación de miles de toneladas de agua contaminada, y las frecuentes fugas al mar han motivado que las aguas pesqueras y los ecosistemas marinos se contaminen. Ha sido incluso necesario forrar de cemento el suelo marino cerca de la central. Las últimas fugas más graves se han localizado en los tanques de almacenaje que deberían servir para mantener a buen recaudo el agua procedente de los reactores. La empresa TEPCO se ha visto obligada a fabricar almacenamiento para 800.000 toneladas de agua. Cuando la radiactividad esté controlada en el territorio, será necesario plantearse el futuro de los seis reactores accidentados, especialmente de los números 1, 2 y 3, que sufrieron la fusión parcial o total del núcleo. El combustible gastado, los materiales más radiactivos, está al descubierto dentro de la vasija y su extracción será extremadamente difícil. Es posible que sea necesario sepultar los reactores bajo un sarcófago de hormigón para evitar las enormes dosis radiactivas y el aumento de radiactividad ambiental que implicaría su desmantelamiento. El accidente de Fukushima debería servir a la industria nuclear en el mundo, y en particular a la española, como muestra de lo que puede llegar a ocurrir si se sigue usando esta fuente de energía. Lo más sensato es aprender la lección e ir prescindiendo paulatinamente de esta peligrosa y cara tecnología. Existen ya suficientes fuentes de energía limpias que pueden ir sustituyendo paulatinamente a las sucias, peligrosas y caras centrales nucleares. El impacto de Fukushima ha sido muy importante sobre la industria nuclear que ha visto como se truncaban sus planes de expansión en muchos países y como se ha reducido su contribución al mix energético mundial. En estos momentos la producción eólica supera con creces a la nuclear. La situación económica de los operadores de centrales también se ha visto afectada y sus acciones han sido declarados como bonos basura por Standard and Poors. Sin embargo todavía se observa una resistencia a prescindir de esta peligrosa tecnología en países como España, donde la industria nuclear tiene una gran influencia política a pesar de los enormes problemas que genera. La energía nuclear es una tecnología inmadura, a pesar de sus 60 años de existencia, que todavía no ha resuelto sus problemas técnicos: riesgo de accidente, gestión de los residuos de alta actividad, proliferación nuclear y escasez del combustible.

2013

Fukushima, la pesadilla continúa 21 de agosto de 2013 Ni la empresa responsable, la Compañía Eléctrica de Tokio (TEPCO), ni las autoridades japonesas han sabido reaccionar a tiempo ni tomar medidas adecuadas. Los vertidos producidos de decenas de miles de toneladas de agua radiactiva al mar que se han producido en Fukushima son en sí mismos una catástrofe ecológica de primer orden. Se están contaminado los fondos y ecosistemas marinos y Japón queda condenado a realizar controles de las aguas, de las especias pescadas y de las algas durante décadas. Todos estos nuevos sucesos ponen una vez más de manifiesto el peligro que supone el uso de la energía nuclear, que no compensa las ventajas obtenidas. Las centrales nucleares son inherentemente peligrosas y es imposible garantizar su seguridad al100%, como recuerda Ecologistas en Acción. Ni la empresa responsable, TEPCO, ni las autoridades japonesas han sabido reaccionar a tiempo y valorar la dimensión del problema. Se han vertido ya decenas de miles de toneladas de agua radiactiva al océano sin que las medidas tomadas consigan evitarlo. Los impactos sobre los ecosistemas pueden ser grandes y ya se han detectado peces radiactivos. Se ha conocido que durante todos estos meses y desde una fecha indefinida se han estado fugando al mar unas 300 Tm de agua radiactiva al día. La lucha por la refrigeración de los reactores accidentados y las filtraciones de agua subterránea que están en contacto con materiales radiactivos procedentes de los reactores han hecho que las cantidades de radiactividad descontrolada en el agua sean inmensas y que las medidas tomadas hasta ahora resulten inútiles. Llama la atención la tardanza en reaccionar por parte de TEPCO que no ha sido capaz de frenar estas fugas. Las autoridades japonesas han sido demasiado benevolentes con esta empresa que no es capaz de gestionar las consecuencias. Las acciones a tomar pasan por frenar las fugas mediante la impermeabilización del terreno, tal como se está haciendo ahora, y por bombear el agua de las filtraciones y almacenarla como residuo radiactivo. Esto generaría el problema adicional de la gestión de las enormes cantidades de agua radiactiva. El mundo debería aprender la lección, tomar medidas para prescindir de la energía nuclear y sustituirla por energías limpias, que ya están disponibles en la actualidad. De hecho, la energía eólica produce más de cuatro veces la electricidad que produce la nuclear en la actualidad en el mundo.


2º aniversario Recuerda Fukushima [ Català ] [ Galego ] El 11 de marzo de 2011 se registró un terremoto seguido por un tsunami que tuvieron efectos devastadores en los 6 reactores de la central nuclear de Fukushima-Daiichi y en otros 8 reactores de Japón. El terremoto ya produjo graves daños en los reactores de Fukushima-Daiichi y el tsunami vino a completar la destrucción de equipos vitales para la seguridad, lo que desembocó en una masiva fuga de radioisótopos, sobre todo yodo y cesio. La humanidad se enfrentó así a un nuevo accidente nuclear que ha dispersado grandes cantidades de radiactividad en el medio terrestre y en el mar. El accidente de Fukushima tiene dos características que lo distinguen de accidentes anteriores: se produjo en Japón, una potencia tecnológica de primera línea con garantías democráticas homologables a las europeas, y se generó por un evento externo a la central. Este último hecho añade gran incertidumbre a la seguridad de estas plantas: ¿puede alguien prever todo lo que va a suceder que afecte a la central?

2º aniversario de Fukushima 2013

Una catástrofe ambiental, social y económica Los efectos sobre el medio y la salud de las personas no van a ser fáciles de obviar, porque hoy en día no han hecho más que empezar a manifestarse. De entrada, el riesgo de nuevos accidentes aún no ha desaparecido en Fukushima, puesto que las dañadas estructuras de los reactores podrían no resistir los seísmos que podrían registrarse en un futuro próximo. Además, en la zona contaminada, de evacuación obligatoria, se recogieron más de 1600 víctimas del terremoto y tsunami: nunca sabremos cuantas de esas vidas se podrían haber salvado con la debida atención que no se produjo para evitar la radiactividad. La contaminación viajó muy lejos del reactor e hizo que los niveles de radiactividad superasen las dosis admitidas para los trabajadores expuestos a distancias de más de 80 kilómetros y que los niveles fueran ocho veces lo normal en Tokio, ciudad de más de 30 millones de habitantes situada a 250 kilómetros de la central. Se detectó contaminación en arroz, verduras, carne de ternera y hasta en la leche materna. Además, se vertieron más de 12.000 toneladas de agua contaminada al mar, lo que tendrá consecuencias impredecibles. De hecho se han pescado ejemplares de peces con un nivel de radiactividad 2500 veces el permitido. Los primeros efectos de esta contaminación se registran ya en un reciente informe emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde los cálculos indican: un aumento del 4 % de tumores sólidos y del 6 % en cáncer de mama en mujeres expuestas en su infancia; un aumento del 7 % de las leucemias entre los adultos expuestos en su infancia y un aumento de los cánceres de tiroides casi en un factor 100. Además de esto, la OMS recomienda continuos estudios médicos sobre la población para detectar las posibles enfermedades derivadas de la radiación. Además de los terribles daños para la salud y el medio, hay que considerar los daños económicos. Según evaluaciones independientes, estos podrían ascender a 250.000 millones de dólares, de los cuales ya se han gastado unos 43.700 millones de dólares de dinero público. En Japón la responsabilidad civil es ilimitada, pero no hay ningún reglamento que establezca como deben acometerse las indemnizaciones, por lo que TEPCO, la empresa propietaria de la central, todavía no se ve obligada a acometer indemnizaciones de consideración. Las cifras anteriores hay que compararlas con el máximo gasto por daños a terceros previsto por la legislación europea, en que se contempla una responsabilidad civil limitada, que ascienden a 1200 millones de euros. No se aprende la lección El debate subsiguiente y las reacciones fueron muy diversas en los diferentes países: en Alemania o Suiza se produce el apagón nuclear paulatino y definitivo, mientras que en otros, como España, las autoridades políticas y la industria nuclear permanecen agazapadas hasta que pase el chaparrón. Hoy en día, nuestro ministro de Industria vuelve a hablar de la necesidad de mantener la energía nuclear. Como resultado del accidente, a petición de Austria, la Unión Europea impulsó la realización de unas pruebas extras en las centrales nucleares europeas, mal llamadas “pruebas de estrés”. Estas pruebas han sido muy limitadas por no tener en cuenta las acciones humanas (tales como sabotajes o accidentes de avión) sobre las centrales y porque los informes sobre los que han trabajado los organismos reguladores -el Consejo de Seguridad Nuclear en el caso de España- han sido realizados por los propios operadores de las plantas y no por agentes independientes. A pesar de ello, la puesta en práctica de las acciones sugeridas en los informes va a suponer un enorme gasto para la industria nuclear. Según la Comisión Europea (CE), podría ascender a unos 25.000 millones de € para toda Europa y a unos 750 millones de € para las centrales españolas. En el informe de la CE se refleja además una queja por la gran disparidad de reglamentos y niveles de seguridad exigidos en los diferentes países europeos y se dice abiertamente que el nivel de seguridad de las centrales es insuficiente. Poner fin a la pesadilla nuclear Pese a todo, algunos gobiernos, entre ellos el español, siguen sin aceptar la evidencia de la peligrosidad de la energía nuclear y no establecen calendarios de cierre de las centrales nucleares. La industria nuclear y las compañías eléctricas, que poseen centrales, siguen poniendo la obtención de beneficios por delante de la salud de las personas y el medio ambiente. Es un caso más de apropiación privada de los beneficios y de socialización del riesgo. El accidente de Fukushima muestra a las claras que es imposible garantizar la seguridad de las centrales nucleares y que lo más sensato es proceder a su cierre escalonado. Sobre todo teniendo en cuenta que existen ya energías alternativas capaces de suministrar electricidad sin riesgo y con mínimos impactos ambientales. Además del peligro de accidente, las centrales nucleares generan residuos radiactivos peligrosos durante cientos de miles de años. Precisamente en España se quiere condenar a la muerte a una comarca entera, en torno a Villar de Cañas (Cuenca), mediante la instalación de un cementerio nuclear transitorio y centralizado. Ecologistas en Acción exige al Gobierno que ponga fin a la pesadilla nuclear y fomente el despliegue de las energías renovables en lugar de limitarlo mediante decretos que cortan su desarrollo.


Cierre escalonado de las nucleares 10 de marzo de 2013 El 11 de marzo se cumple el segundo aniversario del accidente de Fukushima-Daiichi, en que además de los seis reactores de la central sufrieron graves daños ocho reactores en otros tres emplazamientos. Los impactos sobre las personas y el medio son simplemente devastadores y estamos contemplando los primeros cálculos realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), probablemente infraestimados, pero que arrojan ya cifras muy preocupantes. El debate subsiguiente fue muy diverso en los diferentes países: en países como Alemania o Suiza dio lugar al apagón nuclear paulatino y definitivo, mientras que en otros, como España, las autoridades políticas y la industria nuclear permanecen agazapados hasta que pase el chaparrón. Como resultado del accidente, a petición de Austria, la UE impulsó la realización de unas pruebas extras en las centrales nucleares europeas, mal llamadas «pruebas de estrés». Estas pruebas han sido muy limitadas por no tener en cuenta las acciones humanas sobre las centrales y porque los informes sobre los que han trabajado los organismos reguladores (el Consejo de Seguridad Nuclear CSN en el caso de España) han sido realizados por los operadores de las plantas y no por agentes independientes. A pesar de ello, la puesta en práctica de las acciones sugeridas en los informes va a suponer un enorme gasto para la industria nuclear. Según la Comisión Europea (CE), podría ascender a unos 25.000 millones de € para toda Europa y en unos 750 millones de € para las centrales españolas. En el informe de la CE se refleja además una queja por la gran disparidad de reglamentos y niveles de seguridad exigidos en los diferentes países y se reconocen los fallos de seguridad de algunas centrales. Las inversiones necesarias para cumplir con las reformas subsiguientes de las pruebas de estrés, junto con la incertidumbre por la seguridad y el impuesto establecido para la gestión de los residuos radiactivos han convertido a la central nuclear de Garoña (Burgos) en inviable. Por eso Nuclenor, la empresa propietaria, ha procedido a la parada de la planta, que se convertirá en cierre definitivo en julio, a menos que el Gobierno ceda al pulso que le está echando la industria nuclear española. Ecologistas en Acción reclama que el resto de las nucleares españolas siga los pasos de Garoña y se proceda a un cierre escalonado para evitar el riesgo que supone mantener las nucleares en funcionamiento. Asimismo, el cierre escalonado disminuiría la cantidad de residuos radiactivos a gestionar. Para estas peligrosas sustancias aún no existe solución definitiva y, entre tanto, se va a asestar un duro golpe a la comarca donde se encuentra Villar de Cañas (Cuenca), el pueblo donde se planea construir el cementerio nuclear transitorio centralizado.


Sigue sin aprenderse la lección fundamental de Fukushima 8 de marzo de 2013 Cuando se cumple el segundo aniversario del accidente nuclear de Fukushima, ya se vislumbran las terribles afecciones sobre las personas, el medio y la economía y aún no se han manifestado todos los efectos. A pesar de su gravedad, no se han aprendido las lecciones del siniestro, como recuerda Ecologistas en Acción. La organización organiza charlas, concentraciones y proyecciones antinucleares en diferentes ciudades del Estado español. El 11 de marzo de 2011 se registró un terremoto seguido por un tsunami, con efectos devastadores en los seis reactores de la central nuclear de Fukushima-Daiichi y en otros ocho reactores de Japón. El terremoto ya produjo graves daños en los reactores y el tsunami vino a completar la destrucción de equipos vitales para la seguridad, lo que desembocó en una masiva fuga de radioisótopos, sobre todo yodo y cesio. La humanidad se enfrentó a un nuevo accidente que dispersó grandes cantidades de radiactividad en el medio terrestre y en el mar. Pero el siniestro también fue singular con respecto a los anteriores, puesto que se produjo en Japón, una potencia tecnológica de primera línea, y se generó por un evento externo a la central. Este último hecho añade gran incertidumbre a la seguridad de las plantas, puesto que dejó en evidencia que no es posible prever todo lo que va a suceder en torno a una central. Los efectos sobre el medio y la salud de las personas no van a ser fáciles de obviar, porque hoy en día no han hecho más que empezar a manifestarse. De entrada, el riesgo aún no ha desaparecido en Fukushima, puesto que las estructuras dañadas de los reactores podrían no resistir a posibles seísmos en el futuro. Además, en la zona contaminada, de evacuación obligatoria, se recogieron más de 1.600 víctimas del terremoto y tsunami: nunca sabremos cuantas de esas vidas se podrían haber salvado con la debida atención que no se produjo para evitar la radiactividad. La contaminación viajó muy lejos del reactor e hizo que los niveles de radiactividad superasen las dosis admitidas para los trabajadores expuestos a distancias de 80 km y que los niveles fueran 8 veces lo normal en Tokio, ciudad de 30 millones de habitantes situada a 250 km de la central. Además, se vertieron más de 12.000 toneladas de agua contaminada al mar, lo que tendrá consecuencias impredecibles. De hecho se han pescado ejemplares de peces con un nivel de radiactividad 2.500 veces el permitido. Los primeros efectos de esta contaminación se registran ya en un informe emitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) donde los cálculos indican: un aumento del 4% de tumores sólidos y del 6% en cáncer de mama en mujeres expuestas en su infancia; un aumento del 7 % de las leucemias entre los adultos expuestos en su infancia y un aumento de los cánceres de tiroides casi en un factor 100. Además de esto, la OMS recomienda continuos estudios médicos sobre la población para detectar las posibles enfermedades derivadas de la radiación. A los terribles daños para la salud y el medio, hay que sumar los daños económicos. Según evaluaciones independientes, estos podrían ascender a 250.000 millones de dólares, de los cuales ya se han gastado unos 43.700 millones de dólares de dinero público. En Japón la responsabilidad civil es ilimitada, pero no hay ningún reglamento que establezca cómo deben pagarse las indemnizaciones, por lo que TEPCO, la empresa propietaria de la central, todavía no se ve obligada a acometer indemnizaciones de consideración. Las cifras anteriores hay que compararlas con el máximo gasto por daños a terceros previsto por la legislación europea, en que se contempla una responsabilidad civil limitado, que ascienden a 1.200 millones de euros. Pese a todo esto, algunos gobiernos, como el español, siguen sin aceptar la evidencia de la peligrosidad de la energía nuclear y no establecen calendarios de cierre de las centrales nucleares. La industria nuclear y las compañías eléctricas que poseen centrales siguen poniendo la obtención de beneficios por delante de la salud de las personas y el medio ambiente. Es un caso más de apropiamiento privado de los beneficios y de socialización del riesgo. Para Ecologistas en Acción el accidente de Fukushima muestra a las claras que es imposible garantizar la seguridad de las centrales nucleares y que lo más sensato es proceder a su cierre escalonado. Existen ya energías alternativas capaces de suministrar electricidad sin riesgo y con mínimos impactos ambientales. A lo largo de la próxima semana grupos y federaciones de Ecologistas en Acción organizan actos en Extremadura, Cataluña, Madrid, Castilla-La Mancha… para recordar el accidente, analizar las amenazas actuales y reivindicar modelos energéticos alternativos.


Ecologistas en Acción recuerda que las consecuencias del vertido radiactivo al mar provocado por la catástrofe de Fukushima no han hecho más que empezar. 21 de enero de 2013 El accidente de la central nuclear de Fukushima que ocurrió el 11 de marzo de 2011 causó el mayor vertido de radiactividad jamás producido en los océanos. Aún se desconocen los efectos dañinos de la exposición prolongada a la radiación en los ecosistemas marinos, y cuales son los niveles nocivos que pueden acumularse en las cadenas tróficas, pero un indicio de estos ha visto la luz hace unos días, con la aparición de un pez con una radiactividad 2540 veces superior al límite establecido por el Gobierno japonés para los productos procedentes del mar.

El pez, de la familia Scorpaenidae, capturado en las cercanías de la central nuclear de Fukushima-Daiichi, presentó una cantidad de cesio radiactivo de 254.000 becquereles por kilo. No es el primero que aparece con niveles elevadísimos de radiactividad, pero sí es el que ha presentado los más altos hasta ahora, cuando se cumplen casi dos años del accidente. Esto corrobora las peores previsiones de la profunda afección que la radiactividad produce en el medio marino. Dado que la central nuclear de Fukushima se encuentra ubicada en una zona costera recorrida por una de las mayores corrientes marinas del mundo, esta contaminación no se ciñe solo al entorno de la central siniestrada, sino que se extenderá por todo el Océano Pacífico (y por ende por el resto de los océanos) transportada por las corrientes oceánicas, además del efecto producido por la deposición atmosférica. Aunque la radiactividad se irá dispersando y la concentración disminuirá, el efecto de las cadenas tróficas puede originar altas concentraciones de radiactividad en algunas especies, algunas de las cuales son de interés pesquero. El camino del plancton al plato puede hacer que los humanos comamos pescados contaminados. Las consecuencias sobre la salud de las personas directamente afectadas por la contaminación radioactiva se conocerán dentro de 10 o 20 años. Según estimaciones del Departamento de Energía de EE UU se calcula que se encuentra distribuida por el territorio suficiente radiactividad para que las personas que habiten zonas incluso a más de 80 km de Fukushima reciban dosis superiores a 20 mSv al año. Pero los efectos van más allá, la ingesta de pescado y de otros productos marinos pueden producir una afección en la población humana con una distribución mucho más amplia y difícil de determinar, siendo además de interés pesquero los organismos bentónicos filtradores, como moluscos y crustáceos, los más sensibles a la radiación, pues filtran y acumulan la contaminación, pudiendo alcanzar niveles superiores a los de los peces.


Convocatorias 2013

2012

Desconectada la última central nuclear japonesa 4 de mayo 2012 Si se puede o no vivir sin nucleares es una pregunta que ya tiene respuesta. Japón, uno de los países más nuclearizados del mundo, acaba de desconectar de la red la última central nuclear que tenía en funcionamiento. Tras la parada del reactor de Tomari, el más septentrional de todo el parque nuclear japonés, Japón se surte de electricidad a partir de otras fuentes, sin necesidad de haber construido nuevas centrales. Y eso a pesar de la gran aportación de las 54 centrales nucleares al sistema eléctrico japonés, que llegaba al 34,5%. Tras el accidente de Fukushima Daiichi, las centrales japonesas han ido parando una tras otra. Algunas de ellas como la de Onagawa o las propias de Fuskushima definitivamente y otras, en principio, de forma temporal para realizar operaciones de recarga o mantenimiento. Dada la enorme oposición a esta fuente de energía que se ha desarrollado en la sociedad y la desconfianza que se ha generado en torno a las empresas explotadoras de las nucleares, los operadores de los reactores no han obtenido permiso para volver a ponerse en marcha. De esta manera, Japón se encuentra en el presente sin aportación de las nucleares al mix eléctrico japonés sin que haya habido problemas de suministro en dicho país. No es algo que deba sorprender. Por su propio funcionamiento, las centrales nucleares son incapaces de regular la producción, por una parte, y por otra, cuando paran lo hacen bruscamente, provocando una caída instantánea de alrededor de 1000MW en la red. Por lo tanto es necesario tener preparadas otras centrales, que puedan aportar a la red la potencia necesaria para sustituir los eventuales problemas que tengan las nucleares.
Sin ir más lejos, el año pasado estuvieron parados cuatro de los ocho reactores españoles, en tres ocasiones. Al igual que en Japón, la existencia de las nucleares obliga a tener disponible una potencia térmica fósil – de gas o carbón – de un orden similar, para evitar cortes bruscos de electricidad. Si se siguiera la misma política con las renovables, esto es, si éstas aportaran a la red toda la electricidad posible, salvo cuando las condiciones meteorológicas fueran adversas, gas y carbón solo aportarían un máximo del 25% de cobertura de la demanda, a lo largo del año. Pero al estar obligada la red a absorber los 7700 MW nucleares, de forma constante – salvo las paradas no programadas provocadas por algún incidente y las programadas para recarga y mantenimiento– la potencia instalada de renovables tiene un límite muy inferior al que tendría si no existieran las centrales de uranio. Con ello también se aumenta la proporción de electricidad de origen fósil, no solo para sustituir a los reactores parados, sino para cubrir la parte de la demanda a la que no llegan las renovables, por no tener suficiente potencia instalada, con las ineficiencias que esto genera en el parque eléctrico. Ecologistas en Acción celebra que ya no quede ningún reactor en funcionamiento en Japón, y hace un llamamiento al Gobierno para que suspenda sus ataques a las renovables y determine un calendario de cierre de las centrales nucleares, innecesarias, caras, peligrosas y que generan unos residuos muy peligrosos para los que no hay solución durante miles de años.

 


11 de marzo de 2012 Un año de Fukushima Asturianu Català Se cumple el 11 de marzo un año del accidente de Fukushima-Daiichi, que mostró a las claras la imposibilidad de garantizar la seguridad de las centrales nucleares al 100%. Ecologistas en Acción demanda ante esta evidencia que los poderes públicos demuestren que han aprendido la lección y procedan al cierre escalonado de las nucleares españolas, empezando por Garoña. Tal día como el 11 de marzo hace un año, la central nuclear de Fukushima-Daiichi sufrió un terrible accidente nuclear que ha dado lugar al segundo escape radiactivo más grave de todos los tiempos, tras el originado por el accidente de Chernóbil, el 26 de abril de 1986. En concreto, según lo cálculos realizados por investigadores de varias Universidades e Institutos de investigación de Noruega, Austria, EE UU y España, se fugó más del 20% de la radiactividad que escapó en Chernóbil. Las consecuencias sobre la salud de las personas se conocerán dentro de 10 o 20 años, dadas las dosis sufridas ya por la población, y las que finalmente recibirá. Según estimaciones del Departamento de Energía de EE UU, la pluma de contaminación radiactiva que se desplazó hacia el Noroeste por efecto de los vientos, se ha encargado de distribuir por el territorio suficiente radiactividad para que las personas que habiten zonas a más de 50 km de Fukushima reciban dosis superiores a 20 mSv al año, es decir, superiores a las permitidas para el personal profesionalmente expuesto. La contaminación se ha detectado ya en alimentos como arroz, espinacas, vacuno, algas y pescados. En el caso de estos dos últimos la contaminación procede de los vertidos accidentales y controlados de miles de toneladas de agua radiactiva. Los efectos de estos vertidos son desconocidos, puesto que nunca antes se había producido una contaminación del mar tan intensa. En contra de lo que proclamaron los «expertos» tras producirse el accidente, que declararon que la situación estaría bajo control en pocos días, se ha tardado casi un año en llevar los reactores a parada fría. Incluso, se han observado aumentos de temperatura en el reactor 1, el más dañado, a los 11 meses del accidente, tras proclamar que la situación estaba controlada. La gestión del accidente por la compañía propietaria, TEPCO, y por las autoridades japonesas se ha caracterizado por el secretismo y la mentira. Se tardó más de un mes en reconocer que el accidente tenía nivel 7, el máximo, en la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES). Se negó la evidencia de que los reactores 1, 2 y 3 estaban parcial o totalmente fundidos, con la consiguiente expulsión de sustancias radiactivas pesadas de larga vida y la dificultad adicional que esto supone en el control de los reactores. Se negó también la evidencia de que los reactores ya habían sufrido daños con el terremoto, y no sólo con el tsunami. Se tardó en refrigerar los reactores más de 20 horas y se permitió que miles de personas recibieran grandes dosis radiactivas al retrasar la evacuación de zonas muy contaminadas más de dos semanas. Todos estos sucesos han tenido lugar en Japón, una potencia tecnológica de primer orden y un país cuyo régimen pasa por estar homologado a las democracias occidentales. A pesar de eso, no se ha podido evitar este accidente ni se han controlado sus efectos ni se ha evitado la mentira. Ante todos estos hechos, Ecologistas en Acción reclama del Gobierno español y del Consejo de Seguridad Nuclear que incorporen las lecciones de Fukushima-Daiichi y procedan a establecer un calendario de cierre escalonado de las nucleares, empezando por la central de Garoña (Burgos) -gemela de Fukushima- que no debería seguir funcionando ni un día más. Se debería seguir el ejemplo de muchos países que están ya reduciendo sus programas nucleares o estableciendo calendarios de cierre: Alemania, Bélgica, Suiza, Italia, Japón, etc.


Convocatorias 2012

Cartel Un año de Fukushima 2012

Actos convocados por el aniversario del accidente nuclear:

Eventos en Facebook

2011

16 de diciembre de 2011 Fukushima no está en “parada fría” Para Ecologistas en Acción, el anuncio de la “parada fría”, supuestamente alcanzada, es un nuevo intento del gobierno japonés de minimizar los efectos del accidente nuclear, utilizando un término con el que se define el estado de un reactor cuando está en funcionamiento normal. Según se ha hecho público por parte del Gobierno japonés, los reactores I, II y III de Fukushima-Daiichi ya están por debajo de los 100 grados centígrados, algo que no se había conseguido desde el 11 de marzo, fecha en que se produjo el accidente. Esto es una buena noticia, pues indica que los trabajos emprendidos para evitar nuevas explosiones, así como las emisiones de radiactividad al exterior, van por buen camino. Sin embargo, según Ecologistas en Acción, no es lo mismo bajar la temperatura por debajo de 100 grados que llevar los reactores al estado de “parada fría”. Los reactores nucleares, en funcionamiento normal, tienen definidos distintos estados en función de los valores de diferentes parámetros: recarga, parada fría, disponible, caliente y marcha. Así, el estado de “parada fría” corresponde a una temperatura media del circuito primario cercana a la temperatura ambiente –entre 30 y 40 grados-, con todos los sistemas funcionando adecuadamente, en cuanto a disponibilidad, estanqueidad, etc. Ninguna de estas condiciones se dan en los reactores I, II y III de Fukushima-Daiichi. Si bien la actuación de los trabajadores de la central ha sido heroica, la gestión de la crisis por parte del gobierno japonés se ha caracterizado desde el principio por el ocultismo y la manipulación informativa. En este orden de cosas, ha aumentado – unilateralmente, y solo en Japón – el límite legal de exposición de la población a la radiactividad de 1 a 20 milisieverts, con la intención de evitar la evacuación de 100.000 personas más, que se sumarían a las 80.000 ya evacuadas. Pero este es solo un ejemplo de lo que ha sido la gestión del desastre por parte de las autoridades japonesas, ya que la información ha circulado con cuentagotas y siempre a remolque de datos obtenidos por observadores internacionales y/o privados. Para Ecologistas en Acción, el anuncio de la “parada fría”, supuestamente alcanzada, es un nuevo intento del gobierno japonés de minimizar los efectos del accidente nuclear, utilizando un término con el que se define el estado de un reactor cuando está en funcionamiento normal. Esto es así, desde el momento que los sistemas de seguridad siguen sin funcionar, la estanqueidad no ha sido conseguida – es decir, continúa saliendo material radiactivo al exterior – y la temperatura solo se puede controlar a base de aportación externa de agua, y de acumular agua radiactiva en los alrededores de los reactores – ya hay más de 100.000 toneladas. Según la organización ecologista, las consecuencias del accidente, y el hecho de que solo estén en funcionamiento 9 de los 54 reactores con que cuenta el país, deberían hacer reflexionar no solo al gobierno japonés, sino también al español, en el sentido de programar el cierre de una forma de generación eléctrica, la nuclear, que es prescindible, peligrosa y que genera unos residuos –letales y que perduran durante decenas de miles de años- para los que no hay solución.


7 de septiembre de 2011 Premio merecido a los liquidadores de Fukushima La labor de los operarios que están trabajando para reducir los efectos del accidente nuclear fue heroica, puesto que pusieron por delante las vidas y salud ajenas a las propias. Contrasta la actitud de estas valerosas personas con la de los responsables de la empresa TEPCO, que se ha caracterizado por el secretismo y la mala gestión del accidente. Ecologistas en Acción ve con muy buenos ojos la concesión del premio Príncipe de Asturias de la Concordia a los liquidadores de Fukushima que son un ejemplo de generosidad puesto que han arriesgado sus vidas y su salud para reducir en lo posible las consecuencias de la fuga radiactiva. Las labores de los más de 1.300 operarios de Fukushima están siendo claves para reducir los escapes radiactivos mediante el taponamiento de grietas y el tratamiento de aguas, como también lo están siendo en la difícil tarea de enfriar y estabilizar los reactores. Las fugas radiactivas de Fukushima son ya aproximadamente el 10 % de lo que se produjo en Chernóbil y los reactores siguen sin enfriarse tras seis meses de lucha por parte de estos heroicos trabajadores. Estas personas, muchas de ellas voluntarias, nos dan una lección de pundonor y heroísmo al poner en riesgo sus vidas y su salud para reducir en lo posible las consecuencias del segundo peor accidente nuclear de todos los tiempos. Contrasta su valerosa actitud con la de los ejecutivos y mandatarios de la empresa TEPCO que ha realizado una mala gestión del accidente y ha mantenido un gran secretismo a lo largo de todo él. Para Ecologistas en Acción resulta cínico que los beneficiarios económicos de la industria nuclear no sean quienes sufren sus consecuencias y sean los operarios y voluntarios quienes más se afanen en mantener el accidente bajo control.


9 de julio de 2011 La población cercana a Fukushima recibirá altas dosis radiactivas Catalá Cuando se cumplen cuatro meses del accidente de Fukushima y con los reactores aún fuera de control, empiezan a calcularse las dosis radiactivas que recibirá la población. Los resultados muestran que la evacuación se realizó de forma inapropiada y que miles de personas van a recibir altas dosis radiactivas. Cuando han transcurrido ya cuatro meses del accidente nuclear de Fukushima, empiezan a calcularse las dosis radiactivas que recibirá la población. Primero fue el DOE (Departamento de Energía de EE UU), que calculó las dosis recibidas por las personas que habitan determinadas zonas del territorio en el próximo año. Recientemente ha aparecido un informe del IRSN (Instituto de Radioprotección y Seguridad Nuclear francés) que ha estimado las dosis que recibirá la población en los próximos años. Ambos informes coinciden en dibujar una “pluma” de altas dosis radiactivas, del orden de cientos de mSv al año (1 milisievert al año es la máxima dosis permitida en Europa para la población) a distancias superiores a los 80 km de la central nuclear. Esto viene a mostrar que tanto la zona de exclusión de 20 km, como la de control de 30 km son absolutamente insuficientes e inadecuadas. Una lección clave para los planes de emergencia es que hay que tener en cuenta la dirección y velocidad del viento para realizar las evacuaciones. No basta con trazar círculos concéntricos en torno a la central, o si se hace esto, hay que considerar distancias mucho mayores de lo que se considera hoy en día. Según el IRSN la población japonesa que vive en la zona contaminada, fuera de la zona evacuada de los 20 km de radio, con mayor o menor grado de radiactividad, asciende a unas 70.000 personas que habitan una extensión de unos 874 km2 y entre las que figuran unos 500 niños menores de 14 años. Esta población supone el 26 % de la que habitaba cerca de Chernóbil (unas 270.000 personas) y la superficie es el 8,5% de la contaminada en Chernóbil (10.300 km2) para las mismas dosis. Los cálculos del DOE contemplaban los isótopos de yodo y cesio, los del IRSN han considerado además de ellos el teluro, el rodio, el bario, el lantano y el niobio, lo que agrava las dosis radiactivas por su mayor tiempo de permanencia en el organismo. El informe reconoce que las dosis recibidas por esas personas “son significativas” y tendrán efectos sobre la salud. Según Ecologistas en Acción en estos momentos la nuclear de Fukushima sigue sin estar controlada y se continúa inyectando agua dulce para refrigerar los reactores, lo que acrecienta el volumen de residuos radiactivos a gestionar. La cantidad total se cifra en unas 200.000 toneladas de agua contaminada. Se están ensayando diversos métodos para hacer precipitar los contaminantes, pero aún sin ningún éxito.


10 de junio de 2011 A 3 meses del accidente, los reactores de Fukushima no están controlados Cuando se cumplen tres meses del accidente y en contra de las previsiones de muchos expertos, los reactores de Fukushima no están bajo control. Las consecuencias del accidente confirman las peores previsiones: los núcleos están fundidos, los trabajadores se han expuesto a dosis radiactivas muy altas, y la radiactividad liberada asciende al 20 % de la que escapó en Chernóbil. Según Ecologistas en Acción, las estimaciones muestran que la actividad liberada en Fukushima asciende a 770,000 terabequerelios, aproximadamente el 20 % de la liberada en el accidente de Chernóbil, el doble de lo reconocido hasta la fecha. Esto significa que no es necesario modificar la escala internacional de sucesos nucleares INES para añadir un nivel más, en contra de lo que algunos expertos pronucleares han propuesto, puesto que ambas cantidades de radiactividad son comparables. Las dosis radiactivas que alcanza el vapor de agua llegan a 4 Sv a la hora, que son sencillamente mortales en un par de jornadas de trabajo. Esto obliga a hacer turnos de trabajo muy cortos y relevar a menudo a los operarios que luchan por refrigerar los reactores y sellar los escapes. Se ha detectado plutonio y teluro muy radiactivos a más de 1 milla (1,6 km) de distancia de la valla de la central, lo que significa que la zona será inhabitable para siempre. La nube radiactiva llegó más allá de la zona de exclusión aportando dosis por encima de lo permitido y contaminación a miles de personas. El vertido radiactivo al mar es un suceso inédito cuyas consecuencias no se conocen, pero son devastadoras para los ecosistemas marinos y para la economía pesquera. En el momento actual se sabe que al menos el combustible del reactor número 1 se ha fundido totalmente, ha perforado la vasija y ha caído sobre la contención primaria, lo que dificultará enormemente las tareas de desmantelamiento. Lo más probable es que haya que renunciar a desmantelar los reactores y sea obligado cubrirlos con un sarcófago de hormigón, al igual que se hizo en Chernóbil. La fusión de los núcleos se produjo 14 horas después del accidente, 10 horas antes de lo reconocido por TEPCO, la empresa propietaria. Esto es un indicio más a favor de que el reactor ya sufrió daños por el terremoto, antes del tsunami, tal como han revelado algunas fuentes. Además, este hecho muestra que la empresa tomó demasiado tarde a decisión de refrigerar el reactor con agua de mar, pues esto lo realizó 20 horas después del accidente. En este, como en otros muchos casos, los intereses económicos de la industria nuclear prevalecieron sobre los de la comunidad y sobre la protección del medio ambiente. Para Ecologistas en Acción las revelaciones que se están produciendo estos días muestran que TEPCO y NISA, el regulador japonés, han mentido sistemáticamente para minimizar los efectos del accidente sobre la opinión pública. Y que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) ha servido de altavoz a estas mentiras y ha sido incapaz de realizar evaluaciones independientes de lo que estaba sucediendo en Fukushima. Lo mismo cabe decir del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) español que tampoco ha sido capaz de habilitar fuentes de información independientes. Algunos medios de comunicación han destacado corresponsales a Japón, mientras que el CSN no ha puesto en marcha ningún mecanismo para proveerse de sus propias fuentes de información. Visto lo ocurrido en Fukushima, Ecologistas en Acción piensa que lo más sensato es proceder al cierre escalonado de las centrales nucleares y librarse así de estos riesgos.


21 de mayo Los reactores de Fukushima no resistieron el terremoto Ecologistas en Acción quiere denunciar que al menos el reactor número 1 de Fukushima-Daiichi no resistió el terremoto, en contra de lo que los expertos han proclamado. Se ha sabido que los operarios de TEPCO entraron en el recinto de contención y encontraron elevadísimos niveles de radiactividad. El día 11 de marzo, tras el terremoto y el tsunami, los operarios de TEPCO entraron en el recinto de contención de los reactores para comprobar su estado. En este momento, los procesos de fusión aún no habían empezado porque, a pesar de que el tsunami había destrozado los sistemas de refrigeración y de alimentación eléctrica, funcionaban unos sistemas de refrigeración de emergencia que se alimentaban de baterías y eran capaces de mantener la situación bajo control durante una media hora. Por tanto, si el terremoto no los hubiera afectado, los reactores deberían mantener su integridad, puesto que los, problemas aparecieron cuando los sistemas la temperatura de los núcleos aumentó, se formó hidrógeno y se produjeron explosiones que dañaron los edificios de los reactores y las contenciones. Sin embargo, según se ha podido saber, al menos los operarios de TEPCO que entraron en el reactor número 1 encontraron una enorme cantidad de vapor radiactivo y unos índices de radiactividad altísimos que les forzaron a abandonar la contención inmediatamente. Los niveles eran tales que en una hora se recibía la dosis permitida para 5 años. La única explicación para la presencia, al menos en el reactor número 1, de ese vapor radiactivo era que la vasija y las tuberías del circuito primario habían sufrido graves daños durante el terremoto, se habían roto y habían dejado escapar el vapor. Por tanto no se puede afirmar que los reactores salieran indemnes del terremoto, en contra de lo que los responsables de la industria nuclear han proclamado hasta la fecha. Esto explicaría también la fusión total del núcleo del reactor número 1 que se ha conocido recientemente. Esto cambia radicalmente la visión que se tenía del accidente, según la cual los edificios de los reactores salieron indemnes del terremoto y fue el tsunami subsiguiente el que afectó los edificios auxiliares que albergan los sistemas de refrigeración y alimentación eléctrica. El terremoto fue ya suficiente para provocar el accidente sin el subsiguiente tsunami que, desde luego, empeoró las cosas sustancialmente. Para Ecologistas en Acción esta secuencia del accidente debe ser tenida en cuenta, a la hora de aprender las lecciones de Fukushima. No cabe ya presumir que los edificios de los reactores son indestructibles. En particular, esto no sólo tiene consecuencias sobre las centrales de agua en ebullición como las de Fukushima, si no también sobre las centrales de agua a presión, en que los sistemas de refrigeración están contenidos en el edificio de hormigón del reactor.


6 de mayo A dos meses del accidente de Fukushima, la situación aún no está controlada Tras casi dos meses de lucha, TEPCO aún no ha conseguido estabilizar los reactores accidentados de Fukushima. La radiactividad de la central ha contaminado casi 3.000 km2 de tierra y una zona desconocida pero amplia del mar. Ecologistas en Acción y otras organizaciones convocan una manifestación antinuclear en Madrid para el domingo 8 de mayo. En contra de lo que muchos expertos declararon, el control de los reactores accidentados de Fukushima-Daiichi no es cosa de días ni siquiera de semanas, sino de casi un año. A dos meses del accidente todavía se sigue luchando por enfriar los reactores en unos de los países del mundo más avanzados tecnológicamente. En el momento actual los trabajadores han conseguido entrar por fin en los reactores e instalar un sistema de extracción de aire que filtre las partículas radiactivas. Las dosis son altísimas y el trabajo es muy comprometido. La situación de estos es, según TEPCO, muy mala. El número 1 tiene nada menos que el 70 % del núcleo fundido, el número 2 el 30 % y el número 3 presenta fundido el 25 %. En estas condiciones es prioritario proceder al enfriamiento ya que los posibles nuevos terremotos u otros incidentes podrían dar lugar a que se reiniciara la reacción nuclear, lo que resultaría catastrófico. La radiactividad escapada de la central es muy alta (llega a unos 40 Terabequerelios, es decir 40 billones de desintegraciones por segundo, aproximadamente la quinta parte de la que se escapó en Chernóbil). Esto ha hecho que la evacuación previa de miles de personas no haya sido suficiente y haya obligado a las autoridades japonesas a subir las dosis permitidas. En estos momentos, una persona del público, incluidos los niños, pueden recibir legalmente dosis de 20 mSv al año, un factor veinte veces por encima de la legislación europea para el público en general y la misma que los trabajadores de la industria nuclear europea. Aún así ha sido necesario remover grandes cantidades de tierra en espacios abiertos para disminuir el nivel de radiactividad y en algunos parques infantiles se ha levantado 1 m de tierra. La realización de los trabajos necesarios para controlar el reactor también ha obligado a subir las dosis permitidas para los trabajadores a nada menos que 250 mSv al año, muy por encima del límite europeo. Los efectos de estas altas dosis sobre las personas se dejarán notar durante una o dos décadas. Todos estos sucesos han hecho que la población japonesa esté decididamente en contra de la energía nuclear, como revelan las encuestas que muestran que sólo el 39 % está a favor de esta fuente de energía. Este porcentaje ha caído 20 puntos desde el accidente de Fukushima. La cortesía japonesa y la paciencia con sus autoridades parece también haber llegado a su fin, como muestran las protestas que han tenido lugar en Tokio a lo largo de estos días. Ante todo ello, Ecologistas en Acción y otras organizaciones han convocado una manifestación el domingo día 8 en Madrid para pedir a nuestras autoridades que tomen nota de lo ocurrido en Fukushima y procedan a establecer un calendario de cierre escalonado de las nucleares españolas. Estas son perfectamente prescindibles puesto que en la actualidad hay exceso de potencia instalada y en el futuro se habrán podido impulsar las renovables y tomar medidas para aumentar el ahorro y la eficiencia.


4 de abril El desmantelamiento de los reactores de Fukushima podría llevar más de 30 años y costar 12.000 millones de dólares. Según analistas japoneses, TEPCO no tendrá ninguna posibilidad de volver a poner en marcha ninguno de los 6 reactores de Fukushima-Daiichi, además, el desmantelamiento llevará más de tres décadas y supondrá un coste de unos 12.000 millones de dólares. La pesadilla de Fukushima no se acabará con el enfriamiento de los reactores ni el control del escape radiactivo. Cuando esto se produzca, para lo cual aún faltan meses, las autoridades y TEPCO deberán enfrentarse al desmantelamiento de los reactores y a la descontaminación del sitio. Las autoridades todavía no han descartado que la mejor solución sea sellar los reactores con hormigón y convertir así la zona en un cementerio nuclear. La experiencia de Chernobil muestra que la construcción del sarcófago, manteniendo dentro todo el núcleo fundido y el combustible gastado, ha resultado insuficiente, puesto que todavía hoy se producen fugas. Esto obliga a construir un segundo sarcófago de 110 m de alto valorado en 2.200 millones de dólares. Si no se adopta la solución del sellado, TEPCO deberá extraer el combustible gastado, un par de años después del enfriamiento de los reactores y proceder a la demolición y descontaminación del emplazamiento. Este proceso será muy peligroso, complicado y costoso. Los trabajadores se expondrán a recibir grandes dosis radiactivas y aparecerá de nuevo el riesgo de accidente. Sea como fuere, los costes de la operación excederán los 12.000 millones de dólares y llevarán más de 30 años, según el Instituto de Economía Energética de Japón. Estas dos cifras suponen un duro golpe para la estabilidad económica de TEPCO y de sus aseguradoras, y es más que probable que sean demasiado optimistas, dada la magnitud de los daños. Para Ecologistas en Acción esto muestra a las claras el fracaso económico de la energía nuclear.


28 de marzo La situación de Fukushima es crítica Para Ecologistas en Acción el hallazgo de plutonio en las proximidades del reactor número 3 de Fukushima muestra que la situación es crítica: la contención primaria, la vasija y las vainas del combustible están dañadas. Las grandes dosis radiactivas hacen que los trabajadores trabajen en condiciones extremas. La situación de los reactores 2 y 3, que contiene plutonio, amenaza con escaparse definitivamente de las manos a los operarios de la central de Fukushima. El hallazgo de plutonio, reconocido por las autoridades, muestra que ya están dañadas todas las barreras que separan la reacción nuclear del exterior. Los trabajos realizados hasta el momento han resultado claramente insuficientes y no han conseguido controlar la situación. El edificio exterior, la contención primaria, la vasija del reactor y las vainas de los elementos combustibles están dañados. La fusión parcial del núcleo podría dar lugar a que se reiniciara la reacción nuclear haciéndola incontrolable. En este caso habría que intentar refrigerar el reactor con agua dulce y enormes cantidades de absorbentes de neutrones como el boro para intentar frenarla. Concurre el agravante de las enormes dosis radiactivas en las proximidades del reactor, lo que obliga a los trabajadores a recibir grandes dosis y a turnarse para intentar controlar el reactor sin recibir enormes dosis radiactivas. Cabe preguntarse porqué no se tomaron medidas más contundentes desde el principio y se intentó aportar agua dulce con boro de forma directa a la vasija. A la postre, el agua de mar no ha sido suficiente para refrigerar los reactores 2 y 3 y la acumulación de sales que se ha producido en algunos puntos pudo dificultar la eficacia de la refrigeración.


24 de marzo Ciberacción para pedir el cierre de las centrales nucleares y la paralización del ATC Ecologistas en Acción lanza una ciberacción con el objetivo de que la ciudadanía mande mensajes de correo electrónico al Presidente del Gobierno, al Ministro de Industria y Energía, y a la Ministra de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, para que pongan en marcha un plan de cierre de las centrales nucleares españolas que culmine en 2020, empezando por la de Garoña en esta legislatura, y paralicen el proceso del ATC, el cementerio nuclear. En la carta que empezará a llegar al Gobierno se desgranan los argumentos que sostienen la desnuclearización del Estado español. El primero de ellos hace referencia a la seguridad. El accidente nuclear de Japón ha demostrado una vez más que, por improbables que se presenten, los accidentes nucleares acaban ocurriendo. Fukushima se suma a Three Mile Island o Chernóbil, y tantos otros accidentes de la industria civil, como el de Vandellós, y militar, como Palomares. Sociedades, como la japonesa, con un control tan alto de la tecnología y con una preocupación tan elevada por la seguridad no han podido evitar un desastre como el de Fukushima. Indudablemente, un accidente nuclear es potencialmente de muchísima mayor gravedad que uno acaecido en la industria renovable. Además, la industria nuclear sigue teniendo sin resolver el problema de los residuos nucleares, que son activos durante miles de años. La misiva se pregunta si es posible sostener con seriedad que vamos a garantizar la seguridad de los residuos nucleares durante miles de años si no somos capaces de evitar los accidentes nucleares a día de hoy. En la carta aparece otro argumento para el abandono de la energía nuclear en España: su entorpecimiento al desarrollo de las renovables. En concreto, ya en varias ocasiones se han desconectado parques eólicos por sobreproducción en la red, ante la imposibilidad de desconectar las nucleares. A esto se le añade la sobrecapacidad de producción eléctrica de España, como prueba que en los últimos años nuestro Estado ha sido exportador neto de electricidad. Y que hay medios mucho más efectivos y baratos para luchar contra el cambio climático y la seguridad energética: reducción del consumo y apuesta decidida por las renovables. Por último, Ecologistas en Acción, así como otras instituciones, han demostrado, con propuestas técnicamente viables, que es posible el cierre de todas las centrales nucleares españolas en 2020 con garantía de suministro y mejorando la calidad de vida.


23 de marzo Dos semanas de emisiones radiactivas en Fukushima Han pasado dos semanas desde el terremoto que provocó el accidente en las centrales nucleares japonesas, y ya se están conociendo informaciones sobre partículas radiactivas emitidas desde la central nuclear de Fukushima que están comenzando a desplazarse a gran distancia, detectándose en diferentes lugares del planeta. Aunque la cantidad de radiactividad que se pueda recibir en Europa es lo suficientemente pequeña como para no tener ningún efecto en la población, sí es significativo señalar el dato, como ocurrió con las pruebas nucleares en el Pacífico en los años sesenta, o el accidente de Chernóbil, de que se está sembrando el planeta de partículas radiactivas procedentes de actividades humanas de las que se podría prescindir, y que nunca debieron haber existido. Sin embargo, los efectos a medio plazo sí serán muy importantes, tanto en Japón como en el Pacífico (se ha detectado yodo-131 y cesio-137 en California), aunque todavía es pronto para precisar estos extremos. En Japón, ya se están sufriendo las consecuencias inmediatas por contaminación radiactiva de los acuíferos y de la agricultura en un radio que ronda los treinta kilómetros. Pero esto es solo el principio. En diferentes imágenes se ha podido comprobar que se han producido emisiones de grandes cantidades de material radiactivo procedente de cuatro reactores. Nubes negras de un kilómetro de altura se elevaron al cielo con cada una de las tres explosiones por hidrógeno, que reventaron la cubierta de la contención secundaria de los reactores 1, 2 y 3. y, continuamente está saliendo a la atmósfera vapor de agua, que a su vez, lleva consigo también partículas radiactivas, de esos tres reactores y de la piscina de combustible gastado del 4. La situación parece estable, que no fuera de peligro, ni por supuesto se ha conseguido evitar que sigan produciéndose emisiones radiactivas. Se ha conseguido restablecer el suministro eléctrico, y con él se ha facilitado la inyección de agua a los reactores y piscinas de combustible, pero no se consigue enfriar suficientemente y por esa razón sigue habiendo emisiones prácticamente de forma continua. La refrigeración es fundamental hasta que lo que queda del núcleo, fundido parcialmente en los tres reactores, se enfríe lo suficiente para llevarlo al estado de “parada fría”, lo cual aún no se sabe cuando se va a producir. Esta incertidumbre es debida, precisamente, al hecho de que la fusión parcial ha deformado la estructura de la disposición de las varillas de combustible. Esta estructura es fundamental para controlar la reacción de fisión, y por tanto es imposible saber cuándo será posible enfriar lo suficiente como para poder decir que se ha pasado el peligro. Mientras tanto las emisiones continúan. Afortunadamente, el hecho de que los trabajadores de la central hayan conseguido evitar la fusión total en todos los núcleos, hace que las consecuencias se alarguen en el tiempo “solamente” durante alrededor de medio siglo. Si el plutonio, principal componente del combustible gastado –para el que no hay solución-, hubiera salido al exterior, como ocurrió en Chernóbil, habría que hablar de efectos durante miles de años. Las medidas en un radio de treinta kilómetros muestran dosis, en algunos lugares, del orden de 0,1 milisievert/hora. Es decir, en unas semanas se absorve el límite legal para todo el año, establecido en 50 mSv/año. Son medidas provisionales, tomadas en el contexto de una situación desastrosa como la que está viviendo Japón en estos días. Pero son suficientemente significativas para poder decir que las consecuencias a largo plazo serán muy importantes. Otra cosa es la dificultad de cuantificarlas. Nadie va a morir directamente por el accidente a corto plazo, sino que las mutaciones genéticas provocadas por las partículas radiactivas – es decir, cáncer – provocarán un goteo de muertes en los próximos años que, si Japón no es distinto a Ucrania (por Chernóbil) o a EE UU (por Harrisburg), nunca se conocerán. Efectivamente, nunca ha habido datos fiables de cuantificación de afectados por los accidentes citados. En este caso, además, va a ser difícil cuantificar las víctimas del consumo de pescado del Pacífico contaminado. Mientras tanto, la industria nuclear sigue minimizando el desastre, y todo parece indicar que, si las movilizaciones ciudadanas no lo evitan, los gobiernos se van a limitar a tomar medidas de seguridad adicionales, sin plantearse prescindir de la energía nuclear. Una forma de generación de electricidad peligrosa, que produce unos residuos devastadores si no se controlan confinados, y para los que no hay solución. Y de la que se puede prescindir perfectamente, como lo demuestra la Propuesta de Generación Eléctrica para 2020 publicada por Ecologistas en Acción. Más información: - http://www.irsn.fr/FR/popup/Pages/irsn-meteo-france_19mars.aspx - http://www.eurad.uni-koeln.de/index_e.html - http://www.zamg.ac.at/aktuell/index.php?seite=1&artikel=ZAMG_2011-03-17GMT09:15


22 de marzo Plan energético para la desnuclearización española en 2020 Ecologistas en Acción presenta una Propuesta ecologista de generación eléctrica para 2020 que demuestra que hay solvencia técnica para prescindir en menos de 10 años de todas las centrales nucleares, sin mermar la calidad de vida. Japón es, sin lugar a dudas, uno de los países con un mayor control de su parque nuclear. Uno de los países punteros del mundo en tecnología nuclear y que tenía tomadas, supuestamente, todas las medidas contra el impacto de posibles terremotos sobre sus centrales nucleares. En definitiva, Japón es uno de los tantos lugares del planeta en los que, según las empresas eléctricas, era imposible que hubiese ningún problema con las centrales nucleares. Sin embargo, en la actualidad está cerrada la central de Fukushima, así como los reactores de Onagawa y el de Tokai. Como es sobradamente conocida, la situación en Fukushima es muy grave. En definitiva, una vez más se demuestra que la energía nuclear no es segura y que es imprescindible avanzar hacia el cierre de todo el parque nuclear. Es por ello, entre otras razones, que Ecologistas en Acción ha desarrollado una propuesta de generación eléctrica que permite desnuclearizar España en 2020 con total solvencia técnica y sin redundar en la calidad de vida de la ciudadanía, sino todo lo contrario. El plan de generación eléctrica para 2020, diseñado durante un año de trabajo por distintos/as expertos/as en distintos campos de Ecologistas en Acción, plantea una reducción del 26% del consumo eléctrico (del 42,2% de energía primaria y del 34,5% de final) respecto a 2009. Esta reducción se hace tomando como referencia los valores de consumo eléctrico de España en 2005 a los que se aplican medidas de eficiencia en el consumo ya propuestas en su día por Ecologistas en Acción. Esta reducción del consumo energético se vería acompañada por una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 45% respecto a 1990. Todo ello con el cierre de las centrales de carbón, fuel y, por supuesto, de las nucleares para 2020. La utilización del gas sería una energía de apoyo para garantizar el suministro. El 72% de la electricidad sería de fuentes renovables, fruto de un aumento de la potencia instalada de casi 42.000 Mw en 2009 hasta 79.500 Mw en 2020. El ritmo de instalación de renovables sería de 2.400 Mw/año, algo fácilmente asumible en las circunstancias actuales. El documento incluye un análisis de los impactos asociados a la instalación de más potencia renovable y el tendido eléctrico consiguiente. Estos impactos, menores en cualquier caso que los ocasionados por las fuentes de generación eléctrica convencionales como las nucleares, son asumidos por la organización, a veces con carácter transitorio, como necesarios para caminar hacia una cobertura de la demanda 100% renovable. El apoyo institucional a las energías renovables es una de las necesidades para alcanzar los porcentajes de cobertura propuestos. Éste apoyo tiene que ser decidido, con el objetivo de desplazar las formas de generación procedentes de combustibles fósiles y nucleares. En contrapartida se debe eliminar el apoyo existente a la energía nuclear. En concreto con el adelanto del cierre de la central de Garoña y la paralización de la búsqueda de una ubicación para el ATC. Como conclusión, Ecologistas en Acción pone sobre la mesa un plan de transición realista hacia un sistema energético desnuclearizado y, por lo tanto, más seguro.


17 de marzo Ecologistas en Acción se solidariza ante la embajada japonesa y pide que se prescinda de la energía nuclear La organización ecologista ha hecho entrega en la embajada nipona de una carta de condolencias y ramo de flores blancas como símbolo de solidaridad con el pueblo japonés y en demanda de una reflexión internacional que considere el abandono de la energía nuclear como forma de garantizar la seguridad humana. La embajada japonesa ha agradecido el gesto de Ecologistas en Acción. Pablo Cotarelo, representante de Ecologistas en Acción ha hecho entrega, al personal de la embajada japonesa en Madrid, “de un mensaje de cariño, de solidaridad y de condolencia por las pérdidas sufridas”. La carta entregada por la organización a los representantes de Japón, expresa con sinceridad estos sentimientos: queremos transmitirle nuestra condolencia y nuestra solidaridad por los terribles acontecimientos que está sufriendo su país. Somos conscientes de los difíciles momentos que les está tocando vivir y por ello les queremos hacer llegar todo nuestro apoyo y solidaridad, así como nuestro pesar y condolencia, en especial por las numerosas víctimas que todos lamentamos. Estamos convencidos que este sentimiento es compartido por todo el pueblo español. A las puertas de la embajada y ante numerosos medios, Cotarelo expreso a los representantes el contenido del mensaje de Ecologistas en Acción, “anhelando que la sociedad japonesa pueda hacer frente con éxito a las consecuencias de los escapes radiactivos que se están produciendo en estos días, y deseando que no empeoren en el futuro”. El representante de la embajada agradeció el gesto de Ecologistas en Acción y mostró su emoción por la solidaridad en unas circunstancias tan penosas. El representante ecologista, concluyó que “ha quedado desgraciadamente demostrado, tras el accidente de Fukushima-Daichii, que las centrales nucleares no son seguras y que lo más sensato es prescindir gradualmente de esta fuente de energía, cuyos inconvenientes son mucho más graves que las ventajas que aporta”. Ecologistas en Acción, junto con otras organizaciones, ha convocado concentraciones para esta tarde en más de 34 ciudades españolas. Especial relevancia tiene la concentración que se producirá en la embajada española en Lisboa, convocada por movimientos ciudadanos lusos en coordinación con Ecologistas en Acción y que pone el acento en que el riesgo nuclear no sabe de fronteras.


16 de marzo El accidente de Fukushima marca un antes y un después en la seguridad nuclear En más de 20 ciudades españolas, Ecologistas en Acción ha convocado para mañana jueves, 17 de marzo, actos en solidaridad con el pueblo japonés y de rechazo a la energía nuclear. En Fukushima Daichii se ha producido el segundo accidente más grave de la historia nuclear mundial, tras el de Chernobil. Para Ecologistas en Acción se trata de un Nivel 6 en la Escala INES de sucesos nucleares, el nivel máximo es 7, con una situación grave, especialmente del reactor número dos y un escape de sustancias radiactivas. Ecologistas en Acción reclama el cierre escalonado de las centrales nucleares empezando por la de Garoña (Burgos). En estos momentos están dañados los seis reactores en Fukushima I, incluso los que estaban detenidos en el momento del terremoto. La situación más crítica es la del reactor número dos en que la explosión dañó la contención y el combustible ha quedado desnudo. Además se han retirado las cubiertas exteriores de los reactores 5 y 6 para evitar nuevas explosiones, lo que hace aumentar la radiactividad ambiental. Por otra parte, se ignora cual es la situación de las piscinas de combustible gastado, aunque todo indica que la piscina del reactor número cuatro ha sufrido daños. Esto añade un punto de peligrosidad porque en las piscinas están los residuos de alta actividad de la central y el agua que contienen está contaminada. No se puede sostener que las centrales japonesas hayan aguantado bien el terremoto y el tsunami, dada la situación crítica en que se encuentran y dada la fuga radiactiva que ya se ha detectado a cientos de km. de la central de Fukushima. Por ello fue necesario evacuar a todos los trabajadores que luchaban contra el accidente. Para Ecologistas en Acción, los sucesos de Fuskushima ponen de manifiesto el riesgo inherente del uso de la energía nuclear y aconsejan el abandono de esta fuente de energía. Aunque estos hechos sean improbables, acaban por producirse. Las centrales nucleares españolas no están exentas de problemas que nos someten a riesgos inadmisibles. Las situaciones que pueden dar lugar a un accidente, llevando a la central fuera de sus parámetros de diseño pueden ser improbables, pero finalmente pueden suceder. Por más que se intente perfeccionar la seguridad, siempre pueden aparecer imprevistos con los que no se contaba y que pudieran dar lugar a accidentes graves. La central nuclear de Garoña (Burgos) es muy similar al reactor número de una de Fukushima I, pero con muchos más problemas de seguridad. Por tanto lo más razonable sería proceder al cierre de la central y no prolongar su vida hasta 2013. La central nuclear de Cofrentes es, al igual que la de Garoña, de agua en ebullición, lo que las hace especialmente vulnerables ante sucesos externos a la central. En este tipo de centrales las tuberías de refrigeración del circuito primario, cargadas de vapor radiactivo, salen de la contención y recorren todo el recinto de a central. Un suceso que afecte los edificios exteriores y rompa esas tuberías daría lugar a un sucesos similar al sufrido por los reactores japoneses. Además, el embalse de Alarcón, situado aguas arriba de la central, no soportaría el terremoto máximo que puede ocurrir en la zona. En caso, improbable, de que se produjera ese terremoto, las aguas inundarían la central agravando aún más los efectos de la rotura de la presa. La central nuclear de Almaraz I y II (Cáceres) tiene un sistema de refrigeración basado en la parte externa del embalse de Arrocampo, que tampoco está licenciado para tener resistencia a seísmos. Por esto mismo se construyeron unos sistema de irrigación que bajaran el agua de la parte que sí está licenciada sísmicamente. Si se produjera un terremoto que rompiera el embalse, la central tampoco tendría garantizada la capacidad para evacuar el calor residual del reactor. La central nuclear de Ascó I y II (Tarragona) está situada sobre una zona de arcillas expansivas que llegana desplazarse unos 10 cm al año, dependiendo de las lluvias. Esta situación obliga a una constante vigilancia de estas margas por parte del CSN. Y la central nuclear de Trillo (Guadalajara) está situada no lejos de Escopete, donde se produjo un terremoto de grado 4,2 en 2007. Aunque el terremoto fue de baja intensidad, hay que tener en cuenta que los sismólogos no esperaban que se produjera en la zona de La Alcarria, que no se consideraba sísmicamente activa. Como se ve, muchas de las nucleares españolas tienen un situación de riesgo potencial, por lo que lo más sensato sería proceder al cierre escalonado, con el objetivo de prescindir de la energía nuclear en el horizonte de 2020. Por todo esto y en solidaridad con las víctimas del terremoto, Ecologistas en Acción ha convocado el jueves 17 de marzo, un día de acción en solidaridad con el pueblo de Japón y por el abandono de la energía nuclear.


15 de marzo Las emisiones radiactivas en Fukushima I están muy por encima de los niveles permitidos Las explosiones en cuatro reactores de la central de Fukushima I han lanzado al exterior nubes de material, en buena parte radiactivo, alcanzando una altura superior al kilómetro, que se suman a las emisiones controladas de gases radiactivos por el venteo de la contención. Según datos del AIEA, en el emplazamiento se están midiendo dosis de 400 milisievert por hora, algo que irá disminuyendo con la distancia a medida que el material radiactivo se distribuya por los alrededores. La dosis legalmente permitida que puede absorber una persona es de 50 milisievert al año. El alcance de estas emisiones está aún por determinar, pero lo que sí se está constatando una vez más es el secretismo con el que se manejan habitualmente éstas situaciones. Hasta ahora no se conocían mediciones de radiactividad fiables en los exteriores de las centrales, lo que no había impedido a las autoridades niponas repartir masivamente dosis de yodo para evitar que la población absorba el yodo radiactivo que proviene de los reactores nucleares. Ni tampoco la evacuación de decenas de miles de personas en un radio de 20 kilómetros, y se ha pedido a los habitantes a menos de 30 km. que no salgan de sus casas. El aumento de la radiación ya empieza a medirse de forma clara incluso en Tokio, aunque por ahora está por debajo de los límites establecidos. Afortunadamente no todo son malas noticias. Aunque las autoridades han reconocido que el núcleo de Fukushima 1 está parcialmente fundido, parce que la reacción aún no ha vuelto a entrar en criticidad, como tampoco lo ha hecho en Fukushima 3 y el tiempo corre a favor de que se vayan enfriando. Por su parte la explosión en el reactor número 2 sí ha dañado la piscina de condensación, lo que puede afectar al enfriamiento del reactor y al control de la presión. También se ha producido una explosión en el reactor número 4, que estaba parado antes del terremoto. El trabajo de los técnicos está siendo el adecuado hasta el momento así como las decisiones tomadas son correctas hasta la fecha. Si exceptuamos el hecho de instalar 54 centrales nucleares en una de las fallas sísmicas más activas del mundo. Entre las decisiones apropiadas, destacan la evacuación de la población en 20 km a la redonda, la liberación de gases a la atmósfera para reducir la presión de la contención y la inyección de agua de mar para refrigerar los reactores, lo que les dejará inutilizables en el futuro. Por ahora, la clasificación en la escala INES de sucesos nucleares sigue siendo de 4, dato que ya no se sostiene. Todos los expertos apuntan a que será un 5 con seguridad y posiblemente un 6, en función de los impactos en el exterior de las centrales, ya que el nivel cuatro implica una baja probabilidad de medidas de protección fuera del emplazamiento, algo que ya ha sido superado. La central de Fukushima I es gemela a la de Santa María de Garoña, como ya se ha informado. Las emisiones de éstos días se han detectado en la central de Onagawa, a 150 km de las explosiones, lo que causó alarma en la citada central por si había en ella escapes radiactivos. Si la central nuclear de Garoña sufriera un percance similar, teniendo en cuenta la dirección noroeste del viento que suele ser la habitual en la zona, el material radiactivo llegaría hasta Zaragoza. El material se iría depositando de más a menos por el valle del Ebro contaminando zonas pobladas como Vitoria y Logroño, en cantidades que solo se conocerán cuando pase mucho tiempo, si es que alguna vez se hacen públicas. En un accidente similar, el de la Isla de las Tres Millas en EE UU, nunca se hizo pública la cantidad de radiación ni la población afectada. A pesar de todo, la campaña del “lobby” nuclear está siendo especialmente intensa explicando que todo está bajo control y que no hay ningún peligro para la población. Para Ecologistas en Acción, lo ocurrido en Japón marca un antes y un después para las centrales nucleares. Nadie puede defender en serio que Garoña – que está en peores condiciones que estaba la central de Fukushima I – pueda seguir funcionando varios años más, ni apoyar de ningún modo a la industria nuclear como está decidido a hacer el Ministro de Industria construyéndoles un Almacén Temporal Centralizado para quitarles de encima el problema de los residuos.


13 de marzo El reactor fusionado de Fukushima es igual que el de Garoña De los seis reactores en activo de la central de Fukushima-Daiichi, el número uno, el más antiguo, ha sido el más afectado y el primero en sufrir la fusión del núcleo. Este reactor BWR de 460 MW de potencia es idéntico al reactor de la central nuclear de Santa María de Garoña, en Burgos, tanto en su construcción interna como en su edificio de contención. De hecho se construyeron al mismo tiempo y se inauguraron con meses de diferencia. No es casual, por tanto, que haya sido precisamente este reactor, y no otro, el que haya sufrido los mayores daños y el que ha provocado una radiación en el exterior de la central de más de 5 Sievert, 100 veces mayor de la permitida para una persona en un año. El diseño de estas viejas centrales BWR de General Electric presenta un edificio de contención de dimensiones menores de las necesarias, por cuestiones puramente económicas. Ello provoca que, en casos de emergencia como éste, el hidrógeno producido en las barras de zircaloy que contienen el combustible salga al interior del edificio en altas concentraciones, por el escaso volumen. Al encontrarse con el oxígeno del aire, a presión inferior a la atmosférica, pero en concentración suficiente, produce una reacción altamente exotérmica. El objetivo de los operarios de la central de Daiichi es controlar el exceso de presión y evitar la explosión que provocaría la rotura del edificio de contención, lo que provocaría un desastre similar al de Chernobyl. Para ello están haciendo lo único que se puede hacer en estos casos, liberar periódicamente a la atmósfera los gases acumulados. Pero al hacerlo se libera también material radiactivo, inherente al funcionamiento de una central nuclear, lo que ha provocado esa radiación tan extremadamente grande en el exterior. Es necesario señalar aquí que se está evacuando una zona a 25 kilómetros de distancia de la central, lo que contrasta con la distancia de 10 kilómetros que se contempla en los planes de evacuación de las zonas nucleares en España. También es importante el papel que está jugando la refrigeración con agua del mar. Es la única forma, prevista en las especificaciones de este tipo de centrales situadas en la costa, de contener la temperatura del reactor cuando el circuito primario está fuera de servicio, como en este caso. Pero cuando ocurren catástrofes como ésta, el mismo agua puede no ser suficiente y es necesario cambiarla. Son millones de litros de agua altamente radiactiva, que en caso de que el volumen necesario sea muy alto – y en este caso lo es – no encontrarán recipiente alguno con capacidad suficiente. Con todo, dando por sentado que los profesionales nucleares japoneses están haciendo todo lo posible por impedir una fusión del núcleo que provocaría una catástrofe similar a la de la central rusa en 1986, en el mejor de los casos habrá un escape de material radiactivo al aire y al mar de proporciones gigantescas. Para Ecologistas en Acción, lo ocurrido debe servir de reflexión a todos los que apuestan por la energía nuclear. ¿Sigue pensando el PP en conceder diez años más a la central de Garoña?. ¿Sigue pensando el Ministro de Industria en quitarle de encima a las nucleares su mayor problema, el de los residuos, construyéndoles un Almacén Temporal Centralizado, para alargarles la vida?. En otro orden de cosas, la organización ecologista ha decidido convocar movilizaciones en los próximos días, con el fin de concienciar a la sociedad de que lo ocurrido en Japón no es un hecho aislado. Las causas que pueden provocar un desastre nuclear son muchas – entre ellas un terremoto – pero la única forma de evitar desastres como este es eliminar un peligro innecesario que deja un legado inadmisible a las generaciones venideras.


12 de marzo El accidente nuclear de Fukushima es ya el más grave tras Chernobil Ecologistas en Acción ha denunciado que la situación en los reactores 1 y 2 de la central Fukushima (Japón) es gravísima. La explosión en el reactor 1 ha motivado el escape de radiactividad mientras que los operarios trabajan para enfriar el núcleo del número 2. Para la organización ecologista se trata de una situación gravísima que viene a agravar los efectos del terremoto. La central nuclear de Fukushima comprende seis reactores de agua en ebullición en funcionamiento y dos más en construcción, también de agua en ebullición. Los reactores 1 y el 2, aquejados de serios problemas, empezaron a funcionar el 26 de marzo de 1971 y el 18 de julio de 1974, respectivamente, y tienen potencias eléctricas de 460 MW y 784 MW. El reactor Fukushima I es, por tanto, similar al de la central nuclear de Santa María de Garoña (Burgos). En las centrales de agua en ebullición al agua e refrigeración hierve en el núcleo del reactor y el vapor se extrae de la cúpula de contención por unas tuberías que recorren varias dependencias de la central hasta llegar a las turbinas, donde se genera la electricidad. La estabilidad del reactor depende fuertemente de que se controle la cantidad de vapor en el núcleo, lo que depende de la presión y la temperatura. La situación no puede ser más grave porque se está luchando para enfriar los reactores pero no está garantizado que se consiga mantener la reacción nuclear bajo control. El trabajo de los operadores se ve muy dificultado porque el nivel de radiactividad se ha multiplicado por mil en la sala de control, por lo que los trabajadores que estén realizando las operaciones pueden estar recibiendo dosis radiactivas por encima del nivel permitido, lo que aumentará el estrés y la posibilidad de cometer errores La explosión producida en Fukushima I muestra los intentos fallidos de enfriamiento del reactor. En las centrales de agua en ebullición el nivel de vapor del reactor es clave para la seguridad, porque la excesiva cantidad de vapor que se produzca en el reactor haría que disminuyera la posibilidad de enfriar el núcleo radiactivo, lo que aumentará el riesgo e accidente. En este tipo de centrales, las tuberías de vapor radiactivo salen de la contención y recorren varias dependencias de la de la central, por lo que la explosión de una tubería hace que la radiactividad escape inmediatamente al medio ambiente. El que se evite un accidente con fusión del núcleo y el consiguiente descontrol de la reacción nuclear pasa por que se consiga enfriar los dos reactores de Fukushima I y II. Si esto no ocurre en las próximas horas, las consecuencias podrían ser catastróficas. Ha sido necesario evacuar 46.000 personas que habitan en un radio de 20 km en torno a la central. Por cierto que los Planes de Emergencia Nuclear de las centrales españolas sólo prevén actuaciones en torno a los 10 km de radio de las nucleares. Todo esto se suma a los problemas generados por el terremoto. Tras este accidente lo más sensato para el Gobierno japonés es abandonar los proyectos de nuevos reactores y proceder al cierre escaloando de los 55 reactores nucleares que funcionan en Japón


11 de marzo Incendio de una central nuclear en Japón Ecologistas en Acción ha mostrado su más profundo pesar por las victimas del terremoto acaecido en Japón, así como su solidaridad con los damnificados por la catástrofe. Para la organización ecologista estos tristes sucesos pueden agravarse aún más por el incendio en la central nuclear de Onagawa, al nordeste del país. La central consta de tres reactores BWR de segunda generación, construidos en los años 80 y 90. A pesar de no ser de los más antiguos, no ha podido evitarse un incendio en el edificio en que se encuentran las turbinas. Los daños son imposibles de evaluar hasta que se pueda comprobar si las zonas altamente radiactivas de la central han sido afectadas, y en qué medida. Hace dos años, un terremoto de menor intensidad, provocó una fuga de mil litros de agua radiactiva del circuito primario que fueron a parar al mar. En aquella ocasión el dato se conoció días después, tras denuncias de grupos ecologistas. En esta ocasión los daños pueden ser mayores, dada la intensidad del seísmo, y muestra la vulnerabilidad de las centrales nucleares, incluso de las más modernas, a las fuerzas de la naturaleza. Japón es uno de los países del mundo que más ha apostado por la energía nuclear, a pesar de estar situado en una zona de muy alta actividad sísmica. En la actualidad hay 55 reactores y dos en construcción. En la zona afectada hay 15 reactores en cinco centrales. Para Ecologistas en Acción, catástrofes como ésta deberían hacer reflexionar a las autoridades niponas, y a las de la comunidad internacional en general, sobre la necesidad de prescindir cuanto antes de esta forma de generación de energía, peligrosa, cara y que genera unos residuos también muy peligrosos para los que no hay solución. Si un tsunami destruyera el edificio en que se encuentran las piscinas que albergan el combustible gastado y se llevase el contenido al mar, aunque fuese una pequeña parte, las consecuencias serían catastróficas. Aunque los daños aún están por evaluar, el peligro de construir centrales nucleares es demasiado grande para no sustituirlas cuanto antes por energías renovables, al alcance ya de todos los países desarrollados.


Convocatorias 17/03/2011

Jueves 17 de marzo (iconos verdes) Ver Concentraciones antinucleares en un mapa más grande - Albacete - Alicante - Almería - Barcelona - Badajoz - Bilbao - Burgos - Cáceres - Cádiz - Ciudad Real - Córdoba - Cuenca - Ferrol - Gijón - Guadalajara - La Palma - León - Logroño - Madrid - Málaga - Mérida - Murcia - Navalmoral - Pamplona - Plasencia - Salamanca - Sevilla - Toledo - Valencia - Valladolid - Vigo - Villanueva Vera - Zaragoza - Lisboa