Para Ecologistas en Acción, el nuevo año empieza para la central nuclear de Ascó como terminó el anterior, tomando la delantera a todas las demás centrales en cuanto a fallos, sucesos y paradas no programadas se refiere. Es el segundo ocurrido en este mes de enero, que se inauguró con un problema en la calibración de una de las válvulas de seguridad del presionador, el pasado día tres.

En este caso la consecuencia ha sido una parada no programada, que ha provocado una reducción brusca del abastecimiento eléctrico, de los mil megavatios de potencia que suministra el reactor averiado. Según la nota publicada por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), escueta como siempre, ha sido provocada por un “descenso en el nivel de uno de los generadores de vapor”. Según la notificación del titular, este hecho se produjo “por el cierre de una de las válvulas de aislamiento de agua de alimentación principal del citado generador”.

Es importante resaltar que el reactor número II de Ascó acaba de finalizar, el día trece de este mes de enero, una recarga que ha durado 63 días, el doble de lo programado. Durante la recarga, se realizó una “inspección por corrientes inducidas en el generador de vapor C y el 33% de A y B e inspección de la placa tubular de los mismos”. Es decir, ha ocurrido una avería en un componente esencial de la central que se acaba de revisar.

Los generadores de vapor consisten en una gran estructura, por la que circula el agua altamente radiactiva del circuito primario, que está en contacto con el uranio. En la infinidad de tubos que lo componen, se produce la transferencia de calor al circuito secundario, que es el que mueve la turbina. Son por tanto un componente esencial de seguridad y del propio funcionamiento de la central, que no se revisó de forma total ni adecuada.

Para Ecologistas en Acción, el desprecio por la cultura de la seguridad, por parte de los titulares de la planta, hace tiempo que debería haber llamado la atención del CSN, que se limita a sancionar solamente sucesos extraordinarios como la fuga de partículas ocurrida en la misma central hace cuatro años. Para los ecologistas, sucesos como este invitan a desconfiar de las instalaciones del ciclo del uranio, e invitan a llevar a cabo de una vez por todas el cierre de la vieja central de Garoña, y a impedir la instalación de un cementerio nuclear, en Cuenca o en cualquier otro sitio.