Recientemente vuelven a salir a la palestra noticias sobre la problemática de la desaparición y despoblamiento de las colmenas. No es una nueva moda del momento: en Europa parece que empiezan a tomarse en serio este grave problema. Están pidiendo que los Estados miembros suspendan por dos años el uso de pesticidas neonicotinoides aplicados sobre las semillas y pulverizaciones en cultivos que atraen a las abejas.

Es necesario aclarar algunos puntos:

Cuando se dice que no se ha encontrado ninguna evidencia científica de que los pesticidas neonicotinoides sea una de las principales causas de la desaparición de las abejas, se están equivocando. Está probado según el estudio realizado en la Universidad de Stirling, en el Reino Unido en 2011, que en insectos como la Bombus terrestris tratados con niveles bajos de un pesticida neonicotinoide conocido como imidacloprid, se producía una reducción drástica de la descendencia de esta especie y, con ello, se frenaba el crecimiento de la población. Estos estudios publicados por la revista Science demuestra que el uso extendido de pesticidas disminuye las colonias de los abejorros (género Bombus) y las abejas (Apis mellifera).

Otros estudios como los del Dr. Claudio Porrini, del Departamento de Ciencias y Tecnología Agroambiental de la Universidad de Bolonia (Italia) o las del Dr. Jean-Marc Bonmatin del centro de biofísica molecular y Centro de investigaciones científicas de Orleáns (Francia) así lo demuestran. Según palabras del Dr. Bonmatin, la contaminación de polen y néctar de estos productos químicos aparece como una de las causas más probables de la disminución de las poblaciones de las abejas, ya que se han encontrado intoxicaciones crónicas y efectos subletales en las mismas a muy bajas concentraciones.

No se puede negar que otros agentes puedan estar afectando a las colonias de abejas, como pueden ser los parásitos (como es el caso de la Varroa), antibióticos, contaminación ambiental, etc. Pero tampoco podemos negar ya el importante efecto de estos pesticidas sobre la salud de las abejas.

Cuando se dice que la prohibición de estos pesticidas tendría un negativo grave impacto económico para los agricultores y que podría conducir a la pérdida de muchos puestos de trabajo, se están equivocando. El efecto nocivo de los pesticidas sobre los insectos polinizadores sí que sería un desastre para los cultivos y para los agricultores. Los que duden de ello, pueden consultar el riguroso estudio de 2011 de PNUMA donde se destaca el hecho de que la población de las abejas está sufriendo un descenso dramático en los últimos años.

En dicho estudio se dice que los agricultores que cosechan cultivos dependientes de los polinizadores pueden esperar disminuciones en el rendimiento y/o calidad si las poblaciones locales de abejas silvestres son insuficientes (página 9). En el mismo estudio también se dice que la exposición crónica o en concentraciones subletales de los pesticidas pueden debilitar el sistema inmunológico de la abeja de la miel y obstaculizar la capacidad de las abejas para combatir infecciones (página 6).

No se equivocarán si aplican la Directiva 2009/128 del Parlamento Europeo y del Consejo por la que se establece el marco de la actuación comunitaria para conseguir un uso sostenible de los plaguicidas, y donde se dice: Cuando se utilicen plaguicidas deben preverse medidas adecuadas de gestión del riesgo, así como concederse prioridad a los plaguicidas de bajo riesgo y a las medidas de control biológico.

No se equivocarán cuando apliquen el Principio de Precaución, el cual permite reaccionar rápidamente ante un posible peligro para la salud humana, animal o vegetal, o para proteger el medio ambiente. De hecho, en caso de que los datos científicos no permitan una determinación completa del riesgo, el recurso a este principio permite, por ejemplo, impedir la distribución de productos que puedan entrañar un peligro para la salud o incluso proceder a su retirada del mercado, según se menciona en el artículo 191 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. El riesgo potencial es evidente a la luz de los informes científicos y este principio debería ser aplicado.

Por todo ello exigimos al gobierno español la puesta en marcha de medidas urgentes para facilitar la prohibición de los pesticidas neonicotinoides en España y en toda Europa. Dejemos de ir en el vagón de cola de Europa en la toma de decisiones sobre temas medioambientales y sociales. Tomemos ejemplo de otros países europeos que hace ya unos años han prohibido o restringido el uso de dichos pesticidas, como Alemania, Francia, Italia, Países Bajos y Eslovenia.

Lluís Torrente García, Ecologistes en Acció del País Valencià

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