Su situación está mucho más estancada que la población occidental.

Ecologistas en Acción de Palencia. Revista El Ecologista nº 85.

La población de oso pardo de la parte oriental de la Cordillera Cantábrica es la menos numerosa y más vulnerable. A pesar de haberse producido un ligero aumento en su población en los últimos 20 años, la eficacia de las medidas de conservación seguidas por la administración castellano-leonesa ha dejado mucho que desear, sobre todo por la enorme mortalidad de osos jóvenes.

El oso pardo (Ursus arctos) es un carnívoro en grave peligro de extinción desplazado por el hombre a zonas agrestes de algunas montañas de la Península Ibérica. No parece necesario entrar en una descripción detallada de este vertebrado terrestre, el más grande que habita en nuestro país, pues es casi evidente que todos conocemos como es un oso. De hecho, hay mucha y buena bibliografía sobre la especie [1, 2, 3, 4 y 5].

En nuestra opinión, tenemos un conocimiento relativamente amplio sobre el oso que está sirviendo más bien de poco a la hora de su conservación en el oriente de la Cordillera Cantábrica. En esta Cordillera el oso pardo se divide en dos poblaciones que, hasta hace pocas fechas, presumíamos aisladas pero estudios recientes basados en genética demuestran que ha habido entre ambas una mayor conexión de lo que se pensaba. De hecho, parece confirmarse que es la subpoblación occidental la que ha conseguido mantener a la zona oriental, con el flujo de individuos.

Lo que tradicionalmente se ha conocido como subpoblación occidental es la que habita en territorios principalmente de Asturias y también del noroeste de León, con incursiones en Lugo. Y, por otro lado, la subpoblación oriental se encuentra fundamentalmente en la Montaña Palentina y en la Liébana de Cantabria, sin olvidarnos de Riaño en León y de una pequeña parte en Asturias.

En este artículo nos centraremos en los osos de la zona oriental de la Cordillera Cantábrica, cuyo núcleo principal, inicialmente en Riaño, tuvo que buscar refugio en la década de los 90 en la Montaña Palentina ante la sinrazón del embalse de Riaño y la apuesta firme de la Reserva Regional de Caza de Riaño por el fuerte incremento de la actividad cinegética. En la Montaña Palentina, también con una Reserva Regional, pero menos agresiva en aquellos años, los osos encontraron una mayor tranquilidad y refugio.

La población oriental en la Cordillera Cantábrica

Las publicaciones de principios de los 90, según diferentes autores y estimaciones, daban resultados similares, con un número mínimo en el oriente de la Cordillera Cantábrica a finales de los 80 de 15 a 17 osos, citando hasta 20-25 osos en 1991. Otros autores citaban un número siempre inferior a 20 osos, dejándolo algunos incluso en 13 [3]. Se descartaba, ya por entonces, un censo total de la población, decantándose por los censos de osas con crías, que permitían obtener tamaños mínimos de población y su evolución en el tiempo [3].

En la actualidad, con el desarrollo de la genética, conocer de forma aproximada y fiable el censo total de osos en una población con estos tamaños no debería ser tan complicado y sí, más bien, cuestión de voluntad y recursos. En todo caso, aunque es fundamental conocer de forma detallada los osos que componen la población oriental, debe serlo sobre todo para comenzar a tomar medidas de conservación. Esto difiere bastante de lo hecho hasta ahora en Castilla y León, lo cual se ha demostrado poco efectivo.

Los años 90 fueron relevantes para el oso porque en ellos tomaron forma los trabajos destinados a conocer el estado de la especie y se aprobaron los Planes de Recuperación en Castilla y León. Además esta década puede ser un punto de partida válido para ver la evolución del oso en la Cordillera Cantábrica, ya que se iniciaron los censos fiables.

Como decíamos, los censos más pesimistas en aquellos años citaban 13 ejemplares para la población oriental mientras que los más optimistas citaban entre 20 y 25 ejemplares [2]. En la actualidad, esos mismos censos pesimistas no hablan de más de 20 ejemplares y los optimistas de 35-40 osos, por tanto los primeros consideran un incremento de 7 osos y los últimos de 10-20, en 24 años.

Teniendo en cuenta que en estas más de dos décadas han nacido 72 crías, para lo cual sí hay un consenso bastante generalizado, se puede concluir, teniendo en cuenta la mortalidad natural, que nos faltan osos desde todos los puntos de vista y no precisamente unos pocos. Los datos son, a nuestro entender, incontestables; el fracaso es rotundo desde cualquier perspectiva. Da igual que seamos pesimistas u optimistas y/o que tomemos interesadamente unos censos u otros, un punto de partida u otro, que discrepemos en la mortalidad o que haya diferentes interpretaciones.

Incluso las Administraciones en el último censo conjunto reconocen para 2010 “al menos” 30 ejemplares en la población oriental y 20-25 a principios de los 90 [6]. Por lo que confirman un incremento de 5-10 ejemplares en 20 años, es decir, ni siquiera un ejemplar anual (máximo de 0,5 osos/año), habiendo tenido 58 crías confirmadas en ese periodo (1989-2010). Así, continuamos debatiéndonos entre los 25-35 ejemplares en la actualidad, lo que viene a significar un incremento ridículo y que la mortalidad ha podido ser superior al 75%. Una auténtica barbaridad.

Nos alegraríamos de forma sincera de un necesario censo no intrusivo (genética) que busque estimar el tamaño total de la subpoblación oriental que confirmase 60 osos, algo que parece improbable. No entraremos en una discusión sobre censos, de los cuales se pueden argumentar aspectos diferentes según el interés del que los defienda, pero los datos son demoledores.

Esperanzas y soluciones para el oso

Sí es cierto que hay dos datos algo más esperanzadores. Por un lado, el número de hembras reproductoras, que ha podido pasar de 1-2 a 4-6 y, por tanto, el de crías que se incorporan a la población anualmente, algo insuficiente y minúsculo si lo comparamos con el tiempo transcurrido (¡24 años!) y los recursos invertidos. Por otro lado, la segunda mitad de estas dos décadas, por el número de crías, parece menos negativa que la primera, pero no consigue de momento compensarla porque la mortalidad de crías sigue siendo igual de desconocida que preocupante. Para que estos mínimos datos puedan suponer avances hay que tomar unas medidas de conservación, en algunos casos contundentes, que puedan suponer la supervivencia de esas crías.

Los motivos de lo ocurrido estos años son suma de varios y conocidos factores. De forma resumida, la especie, fuerte y longeva, tiene su talón de Aquiles en una elevada mortalidad no natural. Sin duda, por las características de la especie, la mortalidad está relacionada con las actividades humanas.

Debemos utilizar del pasado lo poco positivo que ha podido haber y girar 180 grados en las medidas tomadas en Castilla y León durante estas dos décadas. Así, es necesario garantizar lo poco que el oso nos pide: zonas de refugio tranquilas, que no tienen por qué ser extensas pero sí exentas de actividades molestas (sobre todo en épocas críticas).

Ecologistas en Acción de Palencia por el conocimiento y conservación del oso

En Ecologistas en Acción de Palencia iniciamos en 2001 un camino que perseguía la conservación de la especie en la provincia, personándonos en el juzgado por la primera osa muerta, envenenada. Después vinieron el resto de personaciones judiciales en casos de osos muertos desde 2007 hasta la más reciente, a finales de 2014. No ha servido de mucho porque nadie ha sido encontrado responsable de nada, pero al menos nos han aportado documentación importante, conocimiento y saber quién es quién en este mundo del oso, dejando en muy mal lugar a los responsables en Castilla y León.

Además hemos ido recopilando datos de campo, de forma humilde y con pocos recursos, que lejos de pretender establecer ningún tipo de censo, sí intentan determinar ausencia o presencia de osos en determinados lugares, en determinadas fechas, el estado de la especie, su índice de abundancia relativa y algunos otros detalles, pequeños, pero relevantes.

Después de estos años, vamos teniendo algunos datos sobre la movilidad dentro del territorio, citada por algunos autores y mayor de lo que pensábamos para las hembras con crías. El uso de ese territorio dependiendo de la época del año, algo ya conocido que se confirma, y la gran vinculación con los recursos alimenticios disponibles. Además de la actividad horaria, bastante crepuscular pero diferente dependiendo también de la época y quizás de la tranquilidad. Vemos cómo lugares que, en teoría deberían ser santuarios para la especie, no están todo lo utilizados que esperábamos y, por el contrario, nos ha sorprendido un mayor uso de zonas consideradas periféricas, con hembras con crías fuera de espacios protegidos e incluso fuera del propio Plan de Recuperación, en territorios que pueden parecer menos aptos para ellas. En definitiva, hemos buscado herramientas para la conservación del oso y evitar dar vueltas a teorías suficientemente probadas.

Todo esto hemos encontrado que ocurre en el oriente de la Cordillera donde, a todos los niveles, llevamos un retraso histórico con respecto al occidente y, en concreto, a la zona asturiana. Con los recursos de una organización como la nuestra, escasos, y sin ningún otro interés que no sea la mejora del oso, continuaremos trabajando para que esta joya de nuestra fauna siga dándonos el privilegio, no entendido por todos, de habitar nuestras montañas, también las Palentinas.

Notas y referencias

  1. Clevenger, A.P y Purroy, F. (1988). El oso en León. Conocer León. Ed. Universidad de León, León.
  2. Clevenger, A.P. y Purroy, F. (1991). Ecología del oso pardo en España. Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), Mon. 4, Madrid.
  3. Naves, J. y Palomero, G. (1993). El oso pardo (Ursus arctos) en España. ICONA. Colección Técnica, Madrid.
  4. Palomero, G., Ballesteros, F., Herrero, J. y Nores, C. (Ed.) 2006. Demografía, Distribución, Genética y Conservación del Oso Pardo Cantábrico. Fundación Oso Pardo. Dirección General para la Biodiversidad, Ministerio de Medio Ambiente. Madrid.
  5. Clevenger, A.P. y Purroy, F. (2007). El oso pardo. Un gigante acorralado. Edilesa, León.
  6. Censo Población de Oso Pardo. Principado de Asturias, Junta de Castilla y León. Gobierno de Cantabria. Xunta de Galicia (agosto de 2014).