Los escasos pasos hacia adelante que se han producido durante el gobierno de Barack Obama en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) no compensan su largo historial de contaminación. Muchos de estos avances se han producido a pocos meses del cambio de inquilino de la Casa Blanca, situándose así en la tradición política de tantos presidentes que dejaban para los últimos meses de su mandato aquellos gestos que difícilmente tendrán el encaje legal adecuado. Obama ha hecho todo lo posible para parecer un líder de la lucha contra el cambio climático, a pesar de su evidente falta de acción y la legitimación en las negociaciones internacionales de un proceso que antepone los intereses comerciales a la seguridad climática.

Tras su elección como presidente de Estados Unidos, Barack Obama manifestó su intención de hacer frente al cambio climático en vísperas de la Cumbre de Copenhague. Una cumbre que la propia administración estadounidense llevó al fracaso con su falta de ambición y el bloqueo que supusieron las posiciones encontradas entre el grupo paraguas del que formaba parte EE UU y el G-77 liderado por China. Este enfrentamiento es el origen de una nueva metodología en la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, que convierte cualquier acuerdo internacional en papel mojado.

Mientras tanto, la maquinaria publicitaria estadounidense ha proyectado una falsa imagen de liderazgo de la administración de Obama en la lucha climática. La realidad es que el país con mayor huella de carbono per cápita está muy lejos de cumplir con las reducciones que el IPCC recomienda para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Prueba de ello es el escasísimo objetivo propuesto: reducir en 2025 solo un 13% de GEI respecto a 1990 y el desarrollo de una metodología que legaliza falsas soluciones, así como los trucos contables que el gobierno estadounidense ha impuesto en las pasadas negociaciones de diciembre en París. De hecho, la contribución de EE UU a la lucha contra el cambio climático solo representa una quinta parte de su responsabilidad histórica.

Así, la falta de vinculación legal del Acuerdo de París fue una exigencia inamovible de los negociadores estadounidenses, los cuales consiguieron introducir en último momento un texto hecho a medida de la propia incapacidad del Congreso y del Senado estadounidense de priorizar la salvaguarda de los intereses planetarios frente a la defensa de los beneficios de las grandes compañías petroleras del país. La presión ejercida por EE UU, entre otros, ha conseguido que el texto final elimine cualquier mención a objetivos concretos de reducción. Además, introduce tecnologías que no han demostrado su eficacia para frenar el cambio climático, como son la captura y el almacenamiento de carbono, el impulso nuclear y los mecanismos de mercado. Por último, la administración de Obama impulsó la inclusión de la contabilidad de los sumideros de carbono dentro de la evaluación de los compromisos para mitigar el cambio climático, obviando que el único camino viable es la descarbonización y no la neutralidad climática.

Pero el gran éxito de los negociadores estadounidenses durante la Cumbre del Clima de París (COP21) ha sido que, a cambio de una financiación que no han puesto sobre la mesa, se eliminase la responsabilidad histórica que tienen en el actual deterioro climático. EE UU es quien más tiene que temer las posibles acciones legales que otras naciones ejerzan contra ellos por ser el país con mayores emisiones históricas acumuladas, el país con una mayor emisión per cápita o el país que más claramente ha impulsado un proceso de neocolonización basado en el expolio de recursos naturales y humanos. Son precisamente las grandes compañías americanas (Shell, Exxon, Texaco…) quienes mayor beneficio están obteniendo de la explotación del petróleo iraquí o afgano.

El análisis de la política interna de la administración de Obama muestra claramente un doble discurso, ya que, mientras este gobierno ha dado importantes pasos en los últimos meses (como la cancelación del oleoducto KeystoneXXL, el intento de aprobación de legislación que impulse el desarrollo de las energías limpias o la introducción de estándares a los vehículos que ya llevan décadas en vigor en los países europeos), sigue utilizando casi en exclusiva mecanismos de mercado como forma de regular las emisiones, introduce pagos para compensar las pérdidas económicas de grandes contaminadores, financia la obtención de nuevos combustibles e impulsa tratados de mercados en los que elimina premeditadamente mención alguna al cambio climático o a los estándares sociales y ambientales.

Por todo ello, y ante la visita de Obama a España, desde Ecologistas en Acción queremos señalar la responsabilidad de la Casa Blanca en la huida hacia adelante de un modelo que ha sometido a todo el planeta a un enorme deterioro social y ambiental, que ha conseguido poner la soberanía de los mercados por encima de las necesidades de la ciudadanía y que sigue liderando la mercantilización del clima. Será la historia la que juzgue las consecuencias de la falta de ambición real de la administración de Obama. Una falta de ambición que, sin duda, nos saldrá excesivamente cara.