Cuando desaparecen las causas que provocan su deterioro, a menudo la naturaleza muestra una admirable capacidad de regeneración. Un ejemplo destacado de este fenómeno lo encontramos en la vertiente norte de la sierra de Guadarrama, a la altura del pueblo de Sigueruelo.

Allí, una amplia franja de terreno que asciende hasta la misma cumbre y que, en su día, no fue sometida a las “repoblaciones forestales” al uso, ha ido recuperando, de forma natural, un rico tapiz vegetal. En las zonas bajas y medias, el terreno aparece salpicado de pinos silvestres, robles melojos, sabinas albares y acebos. Entre el arbolado crece un denso matorral, con brezales y enebrales rastreros (ver imagen 1).

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Imagen 1

La disminución de la carga ganadera ha hecho posible que las laderas altas y las cumbres se encuentren, en su mayor parte, cubiertas por un denso piornal, compuesto esencialmente de piorno serrano, un matorral que asegura la protección del suelo vegetal y de los recursos hídricos (ver imágenes 2 y 3).

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Imagen 2
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Imagen 3

Este pequeño oasis de biodiversidad, que contrasta con las plantaciones de pinos, apretadas y uniformes, que ocupan las laderas adyacentes, tiene los días contados si nadie lo remedia: los propietarios de la finca han iniciado la destrucción sistemática de la vegetación natural, que está siendo roturada con maquinaria pesada de la misma manera que se araría un campo de patatas (ver imágenes 4 y 5).

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Imagen 4
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Imagen 5

Roturar las cumbres y laderas altas de la sierra levantando el suelo fértil, llegando incluso a romper las piedras que componen la roca madre, fue una práctica habitual en los tiempos del franquismo, y sus desoladores efectos (deterioro del paisaje, destrucción del suelo por erosión, plantaciones raquíticas sin valor económico) pueden observarse en distintas zonas de la Sierra de Guadarrama. Por eso, resulta descorazonador ser testigos de esas prácticas en pleno siglo XXI. Un sentimiento que se convierte en indignación al constatar que la iniciativa se financia con ayudas públicas. Lamentablemente, son las subvenciones concedidas al propietario la única razón de esta intervención incomprensible e inaceptable.

En Sigueruelo, preocupados por el abastecimiento de agua y la destrucción del paisaje, los vecinos han dado la voz de alerta. En el momento de escribir estas líneas sólo se ha ejecutado una pequeña parte de lo proyectado –¡que afectaría nada menos que a 91 hectáreas!-, por lo que todavía es posible evitar la destrucción de este rincón serrano, que además forma parte del Parque Natural de Guadarrama. Para ello, es necesario que la Junta de Castilla y León paralice de forma inmediata una intervención que no cumple con los mínimos requisitos exigibles.

Representantes de Ecologistas en Acción de Segovia y vecinos de Sigueruelo ya han hecho llegar su preocupación al Servicio Territorial de Medio Ambiente. La administración regional tiene la responsabilidad última de velar por la protección de nuestros recursos naturales y nuestro paisaje. ¿Será capaz de actuar con la rapidez y la eficacia que requiere el caso?