Ecologistas en Acción recuerda que se cumplen 38 años del accidente nuclear de Three Mile Island (Isla de las Tres Millas). En aquel momento ocurrió lo que la industria nuclear decía que era imposible: se interrumpió el flujo de combustible y se fundió el núcleo del reactor. Lejos de aprender la lección, las nucleares siguen en funcionamiento hoy y se pretende prolongarlo hasta los 60 años en España.

El 28 de marzo de 1979, se produjo el accidente más grave de la historia de EE UU y el tercero más grave del mundo. El generador de vapor de la Unidad 2 Three Mile Island, a a 16 km de la ciudad de Harrisburg (Pensilvania), sufrió una fuga, conocida como LOCA (loss of cooling access) en el argot nuclear, lo que interrumpe la refrigeración del núcleo y permite que su temperatura aumente de forma descontrolada. Solo pudo saber que el núcleo estaba fundido 10 horas después. La fuga de refrigerante no fue percibida por los operadores de la central por un fallo en un indicador de un panel de control de la central. Lo que aún hoy sería onsiderado como un Nivel 0, o I en el mejor de los casos, en la escala INES. Debido a la alta temperatura se generó una gran burbuja de hidrógeno, con grna cantidad de tritio radiactivo, que se expulsó al exterior para evitar una explosión.

Los inspectores de la Nuclear Regulatory Comission (NRC, la equivalente al Consejo de Seguridad Nuclear español) mantuvieron el accidente en secreto durante dos días, según reconoció uno de los operadores a una docena de congresistas que visitaron la central. El combustible gastado y el núcleo fundido se retiró en 1990.

El accidente supuso un freno a la industria nuclear de EE UU que suspendió la petición de nuevos proyectos. Sin embargo la otra unidad, TMI-I, que tenía permiso hasta 2014, consiguió que éste se prorrogara hasta 2034, y sigue funcionando.

Las consecuencias del accidente sobre la salud de la población están sometidas a controversia, puesto que resulta muy difícil evaluar las dosis radiactivas a que fueron expuestos los afectados. Oficialmente se fugaron 10 millones de curios, pero según un informe independiente la fuga fue diez veces mayor. Las acciones de emergencia que se pusieron en práctica fueron claramente insuficientes y consistieron en la evacuación de las mujeres embarazadas y de los niños en un radio de 8 millas en torno a la central, dos días después de accidente. Se han detectado aumentos de malformaciones congénitas, de cánceres y de enfermedades psicológicas debidas al estrés sufrido por la población. Según el informe anterior, los casos de cáncer de pulmón son de cuatro a seis veces más frecuentes en las zonas que recibieron mayor dosis (situadas a favor de viento) que en las situadas alrededor de la planta. Además, según este informe, hubo de dos a diez veces más casos de leucemia en adultos en zonas a favor del viento.

El accidente de Harrisburg supuso el principio de la decadencia de la energía nuclear en el mundo. Por un lado aquel accidente demostró que las centrales nucleares eran inseguras, lo cual hizo aumentar la oposición y, por otro lado, los costes de las medidas de seguridad tomadas a partir del accidente han encarecido notablemente las centrales, lo cual las convierte en poco competitivas frente a otras fuentes de energía.

Por desgracia las enseñanzas de accidente de Harrisburg no fueron suficientes para evitar el accidente nuclear de Chernóbil (Ucrania) en 1986, el más terrorífico de los acaecidos hasta el momento, ni el de Fukushima (Japón) en 2011. Pero además, según Ecologistas en Acción, en nuestro país, la industria nuclear pretende prorrogar el funcionamiento de las centrales hasta los 60 años, aumentando el riesgo de forma inaceptable.